¿Qué nos pasa cuando el estímulo al que estamos continuamente enganchados “falla”? ¿Se cae? El estímulo del que vamos a hablar hoy es uno de los más adheridos a nuestra vida, las redes sociales.

En repetidas ocasiones a lo largo de los últimos años, se han “caído” redes sociales como Twitter, Whatsapp o Instagram.

Pero, ¿Qué nos pasó? ¿Cómo lo vivimos en su momento?

Tuvimos, la mayoría,  la sensación de que nos habíamos quedado sin algo tan importante, algo de lo que nuestras vidas dependía. Como cuando hay un apagón de luz.

La ansiedad a la cual nos vimos expuestos no es más que un síntoma de una adicción. Algún ejemplo de esta adicción es comprobar el móvil compulsivamente, aunque no hayamos oído ningún ruido o incluso escuchar notificaciones fantasma.

El término más correcto para esta adicción es nomofobia. Si nos vamos a nuestra gran amiga Wikipedia nos dice que:

Es el miedo irracional a permanecer un intervalo de tiempo sin un teléfono celular” 

Una continua exposición a la vida de otros es la principal causa de este tipo de ansiedad: vemos lo ideal que son las vacaciones en una isla desierta de esa influencer que tanto nos gusta, comprobamos que mientras nosotros estamos en el sofá aburridos la amiga de tu prima tercera del pueblo está pasándoselo en grande en una macrofiesta o incluso piensas que un perrete con más de un millón de seguidores tiene un salón mas grande que el tuyo.

Una amiga me comentó que otro síntoma de esta adicción del cual muchos vivimos es cambiar continuamente de aplicación: enciendes el móvil, te metes en Instagram, compruebas que la vida de todos sigue ahí, igual de fantástica, cierras la aplicación, pasas a Twitter, lees las últimas noticias y algún chiste de cuñao, cierras la aplicación, abres Whatsapp para comprobar si tu madre ha leído el mensaje que la enviaste preguntando por la receta de sus lentejas, cierras aplicación y vuelves a Instagram.

Todo este ciclo vicioso es de la manera más inconsciente. Está tan adherido a nuestro cerebro que apenas nos damos cuenta.   Si te gustaría descubrir un poco más, te recomendamos que veas el documental de Netflix: “El dilema de las redes sociales”.

El único problema que traen las redes sociales no es solo la ansiedad. Detrás de la pantalla de nuestro teléfono se encuentran numerosos riesgos potenciales que se van colando en nuestra vida y la de nuestros familiares: problemas de autoestima, dismorfia corporal, incitacion al suicidio, romantización de los trastornos alimentacios, acoso y agravamiento de lasrelaciones tóxicas.

El Wall Street Journal publicó informes que Facebook había omitido, y que revelan que el «32% de las chicas» dijeron que «cuando se sentían mal con su cuerpo, Instagram les hacía sentir peor».

En estos informes también se encuentran indicios de que el uso de Instagram puede impulsar los deseos suicidas de las adolescentes. Con estos datos en mente, no parece coincidencia que loss gurús digitales de Silicon Valley hayan confesado que no permiten  a sus hijos disponer de smartphones y tablets hasta mínimo la secundaría.

Haciendo un poco del abogado del diablo, no todo es malo. Las redes sociales nos han traído cosas buenas como poder estar un poco más cerca de nuestros amigos y familiares, cotillear a nuestro viejo amor de verano o encontrar super chollos de tiendas de nuestro alrededor.

Debemos utilizar las redes sociales con cabeza y equilibrio, como bien decía mi tia María: todo en esta vida se basa en equilibrio y en ser buena persona (esto último no tiene nada que ver pero nunca está de más recordarlo).

Si ves que algún amigo, familiar o incluso tú, tiene algún problema de ansiedad o adicción a las redes sociales, no dudes en pedir ayuda.

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