Me enseñaron a odiarte. A odiarte incluso cuando no te conocía.  Crecí analizando cada milímetro de tu cuerpo, comparando el ancho de tus caderas con las mías, criticando el largo de tus piernas,  la forma de tus pechos, la suavidad de tu pelo e incluso el espesor de tus pestañas. Aprendí desde la cuna que cuanto menos fueses tú, más sería yo. Al fin y al cabo esa era la mecánica de un juego al que nunca pedimos jugar.

Y me he pasado la mayor parte de mi vida juzgándome. Me he obligado a ser más guapa, más divertida, más lista, más interesante, menos mojigata  y más zorra (pero sólo un poco, a nadie le gustan las busconas) más comprensiva,  menos paranoica y más permisiva. Y sonríe más, que si no a los hombres no le vas a gustar con esa cara tan seria. Y no te comas ese postre no vaya a ser que pierdas cintura, todas sabemos que ellos las prefieren delgadas.

Siempre perfecta pero nunca suficiente.

Y sobre todo, nunca cuentes tu secreto. Porque tus compañeras de trabajo no son tus amigas, no lo olvides. Son la competencia. Esfuérzate por destacar, no seas una del montón. Y si la chica que te vende el pan es más guapa que tú, no te preocupes, es por el maquillaje. Es que esa va pintada como una puerta y todos sabemos que la que es guapa no necesita arreglarse. Y si tu vecina tiene unas piernas kilométricas es que parece una jirafa, además la pobre tiene varices y celulitis.

Y gástate una fortuna en cremas que no valen para nada. No te olvides de tu rutina de noche; el contorno de ojos para que parezcas siempre fresca y con la mirada iluminada, que nadie note que trabajas por tus sueños y que luchas por lo que quieres hasta que ya no puedes más. Y las cremas anti edad, que parezca que tienes 23 eternamente, no olvides que es tu deber permanecer siempre joven y radiante.

Y así sucesivamente. Día tras día en una guerra en la que sólo salimos perdiendo nosotras. Y ya me he cansado. Me he cansado de odiarme cada jodido segundo de mi vida. De evitar mirarme en el reflejo de los escaparates. Me he cansado de ver a las demás como mis oponentes en una carrera de fondo en la que la meta siempre es el odio.

Así que desde aquí digo basta. Basta a culparme por no ser lo que otros quieren que sea, basta a odiarme y a odiarte a ti por ser lo que yo nunca podré ser. Basta a juzgarte sin conocerte, basta a ser partícipe y cómplice del odio. Antes fuiste mi enemiga pero ahora eres mi aliada .

 

@Pau_aranda21