De vez en cuando Netflix nos trae uno de esos documentales que son necesarios, que hacen justicia y que visibilizan algo que ha sido silenciado durante mucho tiempo. Atleta A, sin duda, es uno de esos casos. 

Este documental narra la investigación que surge entorno a los abusos sexuales que cientos de gimnastas sufrieron a manos del fisioterapeuta de la Federación de Gimnasia de EE.UU, Larry Nassar. Sin embargo, no solo se ciñe al relato de los sucios hábitos de este médico, sino que plasma las pésimas condiciones a las que las gimnastas estaban sometidas: una brutal explotación infantil. 

Es a raíz de la denuncia de Maggie Nichols en 2015, la Atleta A, cuando se empieza a conocer el tratamiento que el fisioterapeuta daba a las niñas, las cuales sólo querían hacer de un sueño realidad: ser gimnasta olímpica. Desde la mirada de ella y de otras que anteriormente habían pertenecido al grupo de gimnastas de EE.UU, nos descubren un mundo tabú, una terrible realidad disfrazada con trajes de brillo, sonrisas y medallas de oro.

Estas deportistas de élite, pese a su edad, sufrían unos niveles de exigencia abrumadores, tales como gritos, insultos y violencia física, todo para intentar ser reconocidas mundialmente. 

Y es que es desde de 1971, con Nadia Comaneci representado a Rumanía en las Olimpiadas, y consiguiendo con tan solo catorce años un oro olímpico, cuando esta disciplina empieza a practicarse con niñas jóvenes, con el fin de sacar de ellas el mayor provecho posible. Al ser tan pequeñas, entrenadores y entrenadoras, aprovechaban su inocencia, sumisión y vulnerabilidad para conseguir de ellas todo lo que necesitaban; un recurso que pareció ser el que mejor resultados daba, pese a ser completamente repugnante e inhumano.

Tal fue así, que EE.UU no dudó en plagiar este modo de entrenamiento que se daba en los países de Europa del Este para su equipo y con el cual consiguió lo que andaba buscando: una imagen para vender. 

Anuncios de cereales e incluso de Coca Cola estaban protagonizados por estas emergentes estrellas; un producto tan poderoso y que tan bien estaba funcionando no podía corromperse por un escándalo de abuso de menores, por lo que desde las más altas esferas procuraron hacer todo lo posible para ocultar las condiciones en las estaban; desde el presidente de la propia federación, hasta el mismo FBI encubrieron las violencias a las que estaban sometidas las deportistas.

De este modo no era de extrañar que se ocultaran las barbaridades que vinieron por parte de Larry Nassar, que no dudó usar su posición de privilegio y de ‘buen amigo’ de las gimnastas para abusar sexualmente de ellas. Las supervivientes, como se las llama en el documental, cuentan como entre un contexto tan hostil para ellas, cedían y no se planteaban que aquel que les daba chuches a escondidas y un trato más agradable fuera a hacerles nada malo. En el caso de que alguna de ellas fuera consciente de ello y lo denunciara se la humillaba y se le pedía que no dijera nada para mantener la buena imagen que se tenía de este médico.

Es un documental que inquieta, que te hace levantarte del sofá miles de veces por la impotencia y el asco que se te remueve dentro al saber que prima más la imagen de un equipo deportivo y de un país, que proteger a las víctimas las cuales, no olvidemos, eran tan sólo niñas completamente indefensas. 

Desde que Larry Nassar empezó a ejercer su ocupación como médico, hasta 2018 que fue sentenciado a prisión, estuvo abusando de cientos de menores. No será el primer caso de abusos en el ámbito deportivo, por eso son tan necesarios este tipo de documentales que plasmen y que señalen a los culpables; no sólo a quien comete el delito, sino a las instituciones que lo encubren y miran para otro lado. Y que quede claro: la violencia de género sí existe y silenciarla o rechazarla es ser parte del problema. 

 

María Merino