Me inicié en el Badoo allá por 2011 con solo 17 añitos y pocas experiencias amorosas y mucho menos sexuales. Un tío bastante bobo con el que me había enrollado meses atrás unas cuantas veces (demasiadas) me envió una invitación al correo para hacerme la cuenta, y una aburrida tarde de domingo me la hice “pa´ ver que había”.

Puse mi foto más sexy y todo verdades en el perfil (menos la edad, que puse 18) , y al poco rato una marabunta de tíos pajilleros que daban bastante miedo me empezaron a hablar, a pedir el Messenger y a hacerme propuestas que me estaban asustando un poquito la verdad. Y de repente, cuando ya estaba dispuesta a huir de ahí, me entro un tipo con un “Hola, ¿qué tal?” Y pensé: “¡Ay que bien, uno normal, vamos a charlar!”

 

Ya no me acuerdo muy bien como funcionaba la web pero creo tener el recuerdo de que mientras hablaba con el chico educado me seguían entrando mensajes cerdos, que yo ignoraba completamente. Bueno, el caso es que el chico en cuestión parecía majo y no me nombró a su pene en ningún momento de la conversación, así que le dí mi Messenger porque quería salir corriendo de esa página cuanto antes. Seguimos hablando y cada vez me parecía más entretenido. En el fondo pensaba que era un poco raro que un chico tan “perfecto” estuviese en una página así y sobre todo después del recibimiento por parte de los demás que tuve en cuanto abrí mi perfil. Prejuicios, supongo. 

Él decía tener un trabajo normal, unas aficiones normales, no mucha suerte con sus anteriores relaciones, y tenía esa chispa de gracioso pero no pedante. Me sacaba 6 años y ¿para qué nos vamos a engañar?, yo tan inexperta e inocentona, eso me encantaba. Diría que es lo que más gracia me hacía, ya que estaba acostumbrada a los niñatos de mi edad que creían que ya se habían comido el mundo. Al mes quedamos en plan locura una tarde, y allí fui con más miedo que otra cosa porque aunque nos habíamos mandado fotos pues quién sabe… ¡Ay cuando le vi! Estuve a punto de darme la vuelta si no fuese por que subía en unas escaleras mecánicas del metro y la hostia era muy probable. ¡No me gustaba NA-DA! Era el mismo de las fotos pero… buf ¿de cuándo eran esas fotos?

Así que la primera excusa que se me ocurrió fue decirle que me había llamado mi hermano porque tenía ciática, y me piré. No se lo creyó, obviamente… e insistió mucho en volver a quedar. Yo tenía mucha confianza con mi madre y se lo conté, ella me dijo: “¿Qué pierdes por conocerle si realmente te cae bien?” Jo, la verdad es que él se había quedado un poco plof y a mí no me gusta hacer sentir mal a la gente, además parecía buen chaval… así que volví a quedar ya sabiendo a lo que me atenía y después de superar el susto inicial.

Pues nada, entre risa y risa, conversación y conversación me entraron unas ganas de comerle los morros inexplicables (porque mi mente estaba empezando a tener pensamientos como: pues feo feo no es, etc), y así lo hice sin cortarme ni un pelo y me fui más contenta para mi casa que unas castañuelas, porque guapo no era, pero jo-der: ¡qué muerdos más ricos daba! Después de esto, volvimos a quedar muchas, muchas veces más. Tantas veces que el mes pasado fue nuestro octavo aniversario.

Gracias Badoo y sobre todo, gracias al que me mandó la invitación. ☺

 

Irene M. Alonso