¿Sabes esa sensación después de un día largo y estresante, cuando llegas a casa, te quitas los zapatos y el sujetador, te tiras en la cama, y todo tu cuerpo se relaja? En tu mente hay una frase: “Estoy a salvo, estoy en casa. POR FIN, JODER”.

Muchas veces confundimos estar en casa con un sitio: el sitio donde nos criamos, la casa de nuestros padres o de nuestros abuelos, nuestra ciudad… pero el hogar es algo que va mucho más allá de algo físico. Es sentirte en una burbuja, sentir un calor que nace en el pecho y se extiende por todo el cuerpo…saber que nada malo puede pasarte, porque estás protegida.

Estar en casa tiene más de personas, que de lugares.

Zahara tiene una canción preciosa que se llama “Olor a mandarinas” (que habla de chuscar, pero de manera muy elegante) que dice: “huele a casa, como al volver de vacaciones en septiembre, como a café con leche hirviendo, como a manta y tele, como si fueras tú el que ha sido siempre”. Y me parece la definición perfecta.

Estar con alguien a quien quieres, es estar en casa. Saber que no pasa nada si todo es una mierda, porque con solo mirar a esa persona el corazón se te relaja,. Respiras, y piensas en que no todo es tan malo como te crees.

Estar con alguien que te conoce, que sabe lo que te pasa aunque intentes esconderlo. Es alguien a quien contarle tus ideas más absurdas, tus sueños más imposibles, sabiendo que va a creer en ti de manera incondicional. Es una conexión. Es alguien que, simplemente, lo entiende.

Estar en casa es saber que después de un día de mierda, después de querer mandar todo a la mierda, hay alguien ahí que te hace sentir menos sola ante todos tus obstáculos. No lucha por ti, sino que te acompaña viendo como poco a poco tú vas derribando tus propias barreras y vas madurando, mientras te da la mano.

Estar en casa significa saber que te puedes tirar desde un quinto piso con los ojos vendados, y siempre habrá un colchón de plumas, unas manos que te sostienen. Estar en casa es poner tú el colchón, es ser tú las manos.

Y espero que algún día la encuentres. Espero que ya la hayas encontrado. Porque la sensación de quitarse el sujetador, los zapatos y tirarse en el sofá con ese alguien es quizás la mejor del mundo (después del orgasmo, claro).