Carta a mi mascota: Gracias por soportarme

Yo siempre he tenido mascotas en casa. Es algo que con los años asumí que no todo el mundo tenía. Mis padres son unos amantes de los animales y tenían muy claro que querían compartir su vida con un amíguete de cuatro patas. El primero en llegar fue mi perro. Yo tenía a penas dos años, y estaba obsesionada con la película Bethoven. Por eso, en cuanto llegó a casa mi perrete, aunque era mucho mucho más pequeño le puse ese mismo nombre. Bethoven, Thoven para los amigos, fue mi mejor amigo hasta mis diecinueve años, cuando decidió que quería descansar en el cielo de los perretes. Fue el primero del que aprendí los valores de la amistad, el cariño cuando estás tristón y también, la responsabilidad que implica cuidarles.

Junto a él vinieron muchos amigos más: nuestro canario Piolín, nuestra tortuga Quisca que lleva con mis padres veinticinco años y ahora se ha sumado Piluca, los conejitos Rocky y Balto, nuestros hámster Rata y Everest. Y con todos, ellos formamos una gran familia. Algunos nos acompañaron muchos años, otros por desgracia se marcharon hace ya un tiempo. Mis padres supieron hacerlo muy bien, enseñarnos desde bien pequeños lo que significa adoptar un compi de piso y de vida, un amigo fiel. Nos enseñaron con paciencia a cuidarles, a cumplir con las obligaciones veterinarias, y también, estuvieron siempre informándose de que era lo mejor para cada uno de ellos. Nuestra gran familia peluda, nos imposibilitó marcharnos de vacaciones, ¿quién se iba a ocupar de semejante grupo?. Pero hemos sido muy felices en su compañía, y nos ha compensado siempre.

Muchos les decían a mis padres que como podían tener tantos animales en un piso, que si no les preocupaba la suciedad o las enfermedades. Mi madre, siempre respondía que lo importante era la compañía que nos daban y ser limpios. Mi casa nunca estuvo sucia, y nunca cogimos nada extraño. Nuestros amigos nos han acompañado siempre, y gracias a ellos aprendí muchísimo en mi infancia. Desde jugar, a tener responsabilidades, o sobre todo, cuando se marcharon aprendí sobre su pérdida.

Pero, todo esto tuvo más significa con la llegada de mi gata Sally. Yo siempre había soñado con tener un gatito, no obstante mis padres siempre me repetían que gato y perro no se llevarían bien. Sally y no conocimos en una feria de entidades, una protectora la daba en adopción junto a sus hermanos. Fui todos los días a verla y nadie quería adoptarla. Mis padres, como no, acabaron aceptando. Sally se vino con nosotros y lleva en casa desde hace trece años. Trece maravillosos años en los que se hizo amiga de todos los peludos con su carácter independiente y pasota. Sally es una gata muy especial, porque pasa de todo el mundo, pero es cariñosa a la vez. Ella se convirtió en mi mejor amiga, durante la etapa más dura de mi vida: la adolescencia. Y, ha estado conmigo siempre: escuchando mis idas de olla, leyendo hasta tarde, escuchando música, viendo películas, charlando con mis amigas en mi cuarto. Sally es mi mejor amiga, y me ha soportado más que nadie en el mundo. Ella ha sido mi constante, mi apoyo y cuando me he sentido perdida, hablarle me ha hecho sentir de nuevo en casa. Ella simboliza para mí lo que significa querer; porque a pesar de su carácter despótico, independiente y exigente, cuando lo necesitas te deja ponerte pesada con ella. Sally fue, para mí, mi primera mascota mía. Aquella que me requería para echarle de comer, limpiarle sus caquitas, comprarle un nuevo rascador, peinarla, llevarla al veterinario y que corriera para esconderse entre mis brazos. Sally fue con la que entendí que se puede querer más a un animal que a las personas, que te puede comprender, que te puede querer igual y que puedes llegar a entender una mirada suya.

Por eso, cuando me independicé y tuve que dejarla con mis padres mi corazón se rompió. No me iba lejos, ni iba a dejar de verla. Pero, Sally ya no era mi compi de piso. Pasé noches llorando y muchas horas en casa buscándola para saber que no estaba. Un drama que ni el de las peliculas. La propiedad que nos había alquilado el piso no nos permitía tener perros y gatos, algo que me parecía tremendamente injusto. Sin embargo, milagrosamente nos dejaban tener algún otro tipo de compañero. Mi chico era reacio, pero a pesar de todo, Anubis llegó a nuestras vidas. Anubis es un conejito belier, y le encontramos en una tienda de animales en unas condiciones… complicadas. No pudimos resistirnos y se vino con nosotros. Anubis tiene un carácter muy especial y cómico, es un conejo exigente y pesado. Solamente quiere mimos, comida y que le prestes atención continua. Su carácter juguetón, nervioso y mimoso, nos sorprendió muchísimo. Es un conejo sociable, que le encanta la gente y jugar con ella, sin embargo no soporta que nadie nos toque. Es muy territorial con sus humanos, y creo que nos considera sus esclavos. Sin embargo nos quiere. Hemos conseguido muchas cosas con él: como que coma de nuestra mano, nos dé besos o nos acicale, responda a su nombre, deje de comerse las paredes y hacer agujeros en lugares insospechados, haga sus cosas en su arenero y lo podamos tener en casa sin ninguna restricción porque nos hace caso. Todos esos pequeños logros han sido triunfos increíbles. Anubis nos ha demostrado que hasta el animal más desconfiado y asustadizo, puede quererte sin reservas. Y nos da un amor y compañía inimaginables.

Ahora bien, tanto Sally como Anubis, debo daros las gracias por llegar a mí. Por soportarme cuando me pongo pesada a daros besos, cuando os hago fotos cada vez que dormís o hacéis algo. Gracias por no morderme cuando me pongo pesada a tocaros y no queréis. Gracias por portaros bien cuando vienen invitados. Gracias por ser unos posturetis como yo. Os quiero infinito. Me habéis demostrado lo que es la amistad y el amor, y eso es inapreciable. Así que si estás leyendo esto y te sientes identificado enhorabuena. Y si estás pensando en tener una mascota, no lo dudes. Adopta un compi y disfruta de lo que es tener un amigo de verdad.

 

Ainhoa Jiménez