Hay profesiones en las que se descubren grandes momentos del ser humano. Buenos o malos, pero grandes. La veterinaria es una de ellas.

Hi! I’m the dogtor!

Siendo veterinario puedes descubrir que hay gente que tiene la cara más dura que el cemento . Ejemplos:

  1. «¿Me vas a cobrar? Si es tu vocación.» Vivir sin deudas también es mi vocación.
  2. «Es tu obligación hacerte cargo de todos los animalitos abandonados.» VetCris Sin Fronteras, ¿dígame?
  3. «Fluffy es el mimado de la familia.» *Fluffy es un perro delgadísimo, lleno de pulgas y con la mitad del pelo normal. Su mirada ruega compasión.* Ajá, ajá… Pues menuda familia.
  4. «Ayer estaba bien.» *El perro, bueno, la víctima tiene un tumor del tamaño de un balón de rubgy.* Ya…
Señor, dame paciencia…

También puedes encontrarte con personas que valen oro, o con personas tan repelentes como tú cuando repasabas el ciclo de Krebs (esto es una pesadilla veterinaria… #Bioquímicaaa) y personas que simplemente sobreviven al hecho de tener mascota. No es fácil.

Pero lo más grandioso son los casos surrealistas. Un día haré un libro recopilatorio, lo prometo.

El caso del perro que se comió el vibrador

Basado en una historia real.

Llega a la clínica una mujer con su perro, parece un labrador. El perro, digo. La mujer tendrá treinta años como mucho y parece una persona normal. Como suele pasar en los mejores casos, llegan sin cita previa.

«Verás, Cristina, es que creo que mi perro se ha comido algo malo», dice la dueña, con una cara de angustia terrible.

A ver, me dicen eso y me pongo en lo peor. Repaso mentalmente y en una fracción de segundo dónde tengo todo lo necesario para hacerle un lavado de estómago al perro. Miro al perro, que está más feliz que Thalía en el #ThalíaChallenge (#TikiTiki), y miro a la dueña.

Aquel perro, así iba por la vida en general

«¿De qué se trata, cuánto hace que se lo ha comido?», pregunto yo, tratando de no agobiarme.

La dueña mira hacia todas partes, se asegura de que la puerta de la consulta está bien cerrada y procede a susurrar:

«Es que he llegado a casa y estaba masticando mi vibrador.»

¿Os podéis imaginar lo intensa que es la Fuerza en mí para no descojonarme ante una frase de ese tipo?

«¿Se ha podido tragar alguna pieza metálica, pilas o algo parecido?», pregunto yo, toda profesional.

«No, no, estaba bastante entero, creo que solo se ha comido el plástico», me contesta ella, con el susto en el cuerpo.

Estamos de suerte. De todas formas, nos vamos los tres a rayos y a ecografías para ver si encontramos los trozos de silicona del vibrador en su estómago, y comprobar el tamaño.

Por seguir con la buena fortuna, en la radiografía encontramos unos trocitos pequeños de algún material compatible con la silicona en el estómago del labrador, pero son muy pocos y optamos por dejar que sigan su camino. Al día siguiente me llamó la dueña para decirme que los otros trozos sueltos del vibrador estaban esparcidos por debajo de su cama, que el perro había soltado unos tropezones de color fucsia en las cacas y que gracias por todo.

Moraleja

Mantened los vibradores fuera del alcance de vuestras mascotas.

¿Esto? Sííí. ¿Vibradores? Nooo

¡Contadme! ¿Os habéis visto en alguna situación embarazosa a causa de vuestras mascotas?

 

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