Hola, ¿qué tal?

Sí, aquí, la fea y microscópica.

¿Me ves? Soy la gracia del chistaco de las enfermeras infecciosas de los hermanos Pou y Fernando Simón.

¿Que no te ha hecho gracia ninguna, dices? Bueno, lo entiendo, no eres la única.

Pero si has visto el vídeo de la entrevista que los deportistas hicieron al médico, sabrás que fueron unas buenas risas, eh.

‘No nos ha quedado muy claro si te gustaban las enfermedades infecciosas o las enfermeras infecciosas’.

Jajajajajajajajajajajaja.

‘No les preguntaba si eran infecciosas o no, eso se veía unos días después’.

Jajajajajajajajaja.

Me parto y me mondo.

¿De verdad sigues sin reír?

Yo tampoco me reí, ni cuando leí la noticia ni cuando vi el vídeo.

¿Porque soy una persona muy íntegra? No. Porque estaba avisada.

Vi un titular y leí una noticia en los que me explicaban lo ofensivo y denigrante que había sido el comentario y me sentí en consecuencia cuando escuché la bromita de marras.

Nunca sabré si mi reacción hubiera sido la misma de haber visto la entrevista en directo. O si me daría por reír. O si el comentario me entraría por un oído y me saldría por el otro, sin más.

Entiendo perfectamente la indignación que ha suscitado y suscribo que es una broma de mal gusto, machista y denigrante para las mujeres en general, mucho más aún para el colectivo de las enfermeras en particular. Y con la que está cayendo además en el sector sanitario, que ya les vale.

De modo que sí, lo censuro y espero la disculpa pública como la que más, pero no puedo evitar pensar que la vivida durante la polémica entrevista, es una situación de lo más cotidiano y que sucede a diario en cualquier corrillo, oficina, café…

Pero claro, sin la exposición mediática, los chistes de ese calibre quedan en el anonimato y así como vienen, se van. Sin polémica, sin reprobación pública, sin análisis de consecuencias y sin ningún tipo de valoración de daños.

El que nunca haya hecho un chascarrillo que pudiera ofender a algún tipo de colectivo, que tire la primera piedra. Si crees que no lo has hecho en la vida, por favor, dale una vuelta más. Intenta recordar cada uno de los comentarios jocosos que hayas hecho últimamente, ¿de verdad nunca has hecho una broma sexista? ¿Nunca te has metido entre un jiji y un jaja con una característica física? ¿Nunca te has reído de algo similar?

Nos guste o no, es sencillo caer en el chiste fácil y la tontería esa que se suelta sin pensar en las implicaciones de lo que estás diciendo. Lo importante son las risas, véase el sarcasmo, máxime cuando nos encontramos en una situación relajada y festiva, caldo de cultivo del venirse arriba de toda la vida, o cuando las risas nos quitan el filtro y todo vale para seguir riendo.

El doctor Simón nunca habría hecho ese chiste de haberse encontrado en el atril sobre el que a diario nos mantenía informados de la evolución de la pandemia. Pero durante la charla con los hermanos Pou, se nos vino arriba.

Seguro que todos los implicados aprenden la lección y empiezan a analizar dos veces las gracietas que se les ocurran antes de darles salida delante de un micro y una cámara.

Y sería bueno que todos lo hiciéramos, incluso en el ámbito privado.

¿No sería maravilloso que dejásemos de hacer bromas ofensivas, incluso cuando el posible ofendido no nos escuche?

¿No sería genial?

La risa sin ofensa es posible, es más sana y sus efectos son mucho más duraderos.