De pequeña, entre otras muchas cosas y como otras muchas niñas, quería ser bruja. De las que hacían pociones, hechizaban, bailaban a la luz de la luna y solo cogían la escoba para echarse un vuelo por la calle a medianoche, así que imagina mi cara cuando descubrí que había un sitio en el que podía sentirme así de mágica: La Santoría, un local en pleno Madrid. Casi me da una subida.

He de decir para todo el que quiera ir, que en la calle de primeras ni la ves; la puerta lleva a engaño porque tienes que fijarte un poco a través del cristal para darte cuenta de que es allí. No es un bar al uso, así que no hay ventanas (visibles, al menos para mis dioptrías) y tienes que llamar al timbre para que te abran. Yo estaba flipando y más impaciente que en todas las Navidades de mi vida. Puede ser que por eso uno de los dueños nos dejase entrar un poco antes, no fuera a hacerme pis encima en la puerta.

Para entrar hay que apartar una cortina oscura que te conduce a una estancia todavía más oscura. La poca iluminación existente procede de velas y  de las cruces de neón que se reparten por el local, como en Romeo + Juliet. A nosotras nos sentaron en dos silloncitos muy cucos, pero hay un par de sofás bien hermosos y sillas, depende del número de personas que reserven.

La coctelería se divide en dos partes y está a rebosar de decoración inspirada en la santería, como bien su nombre indica. Hay estampas de santos, rosarios fluorescentes colgados, flores, espejos, incienso… Una auténtica pasada. Acorde a esta temática tienen también los cócteles, con nombres como «Amarre», «Abre caminos», «Mal de ojo» o «Contra envidia». El mío costó ocho euros y venía cargadito. No llegué a probar la comida, pero lo haré en otra ocasión.

Como ya he dicho, los jueves son días de tarot y nos echaron una tirada rápida de cartas en una zona aparte. Sé que ahora también tienen lectura de aceite, numerología y astrología en distintos días de la semana y no puedo esperar a ir.

Salimos de allí inspiradísimas y no he dejado de recomendarlo desde entonces. De verdad, si quieres sentirte como en un aquelarre o sencillamente pasar una tarde diferente, no dejes de visitarlo en calle Lope de Vega, número 30. 

Y si todavía no lo tienes claro, que sepas que los dueños tienen una perrita adorable que de vez en cuando se pasa por allí a saludar.

Ana G.A