Tengo que reconocer que a esta historia le he dado muchas vueltas en mi mente. Más bien al motivo de por qué no funcionó.

En un principio le echaba la culpa a él, luego a mi timidez, a la cobardía, no sé… Excusas varias. El motivo penoso real fue el maldito qué dirán.

Y resumo un poco la historia. Yo tenía 15 años cuando lo conocí en el viaje de estudios del instituto. Jamás lo había visto por el insti, pero cruzamos miradas en la puerta de aquel hotel de una estación de esquí de Huesca y fue un flechazo total. Desde ese mismo instante empezamos a hablar  la conexión fue tan brutal que la última noche del viaje dormimos juntos en la misma cama. Y resalto lo de dormir porque única y exclusivamente dormimos.

Fue algo que me propuso él y yo acepté encantada porque para ese entonces, ya estaba enamorada de él y él de mí.

A la vuelta del viaje nos dimos los números de teléfonos y chateábamos a través del mítico y tristemente desaparecido Messenger.

Quedábamos todos los viernes, teníamos encuentros furtivos en el instituto, me robaba besos en la mejilla delante de la gente que me hacían derretirme y muchas cosas más. Todo parecía perfecto, pero era una historia que acabó incluso antes de empezar.

Yo, en plena edad del pavo, creía que tenía que guardar una reputación que solo existía en mi cabeza y él no era el típico chico en el que yo me debía fijar. Más bien todo lo contrario. Por eso no le conté a nadie nada de él. Ni siquiera mis amigas íntimas, ni mis compañeras de clase, nadie supo jamás que estaba loca por él.

Él sí se lo contaba a sus amigos, que me animaban a que hiciera de esta relación algo real, que lo contara, pero yo les decía que no había nada.

Mentira, mentira tras mentira y decepción tras decepción, se terminó cansando de esperar. Cosa que ahora entiendo: yo habría hecho exactamente igual y seguro que mucho antes.

Cuando nos fuimos de vacaciones, empezó a conocer a otra chica del instituto que no se avergonzaba de estar con él y. como es lógico y normal, quiso darle una oportunidad al amor de su mano y así olvidarse de mí.

Recuerdo que una amiga me lo contó un día que quedamos. Sabes que Fulano y Mengana están juntos. Me lo dijo como un cotilleo casual, sin mayor interés y que creía que a mí no me iba en importar. Pero, en ese momento, incluso pude escuchar el ruido de mi corazón al romperse.

Suena cursi pero fue así, recordar que tenía unos 15 añitos.

A la vuelta a clase parecía como si jamás nos hubiéramos conocido. No existía para él ni él para mí. Ni un saludo, ni una mirada, nada… El vacío total.

Es una historia que ahora cuento con cierta pena, de aquello que jamás sabré cómo podría haber sido por miedo a qué podrían pensar los demás, a las jodidas inseguridades.

Si tú, que estás leyendo esto, estas en una situación parecida, no temas al qué dirán, ya que eso te puede hacer perder la oportunidad de vivir una historia que puede ser grande o no, pero que es tu historia y te mereces vivirla.