Compartir tu vida con una persona que nunca da su brazo a torcer puede ser muy desesperante y no es para menos. Hay veces que la única solución que se te ocurre es mandarle bien lejos y que no vuelva.

Son situaciones tontas (o no tanto) que al final se convierten en el sonido de fondo de vuestra relación y parece que todo se vuelven críticas hacia ti, ya que el otro jamás reconocerá que no tiene razón.

En esta vida todos nos vamos a equivocar o hacer algo mal en algún momento, no somos máquinas y de eso se trata. Pero igual que estamos para hacer las cosas mal estamos para rectificar y pedir perdón cuando es necesario.

Cuando se vive en un constante tira y afloja donde la otra persona jamás reconoce que ha hecho algo mal puede ser muy agotador y está claro que si esa situación no cambia todo tiene un límite.

 

Querer llevar siempre la razón y no saber pedir nunca perdón, lo único que consigue es alejar a tu pareja de ti e incluso terminar con la relación.

Si quieres que tu relación no termine por el control extremo, ambos tendréis que aprender a identificar qué factores están manteniendo esto:

  1. La razón va ligada al control

Cuando una persona piensa que siempre tiene razón probablemente estemos ante alguien con una personalidad bastante controladora y que quiere que todo se haga a su manera y sin fallos.

Tenemos que entender que nuestra pareja no es una prolongación de nosotros mismos, y que su forma de hacer las cosas no tiene por qué ser exactamente igual a la nuestra.

Por eso, si decidimos delegar una tarea a nuestra pareja, aceptamos que esta la hará a su manera y en el tiempo que estime, si me pongo a presionar lo más fácil que pase es que terminamos discutiendo.

  1. Me cuesta ver cuando realmente tienes razón

Si mi pareja jamás reconoce un fallo y asume que siempre lo hace todo bien o siempre está en lo cierto, la otra parte llega un punto que se harta y se rebela.

La forma más fácil de hacerlo es decirle sistemáticamente que no tiene razón (aunque la tenga) porque es tanta la frustración de que nunca reconozca que también se equivoca, que ya aprendo a quitársela sistemáticamente.

Esto solo crea un bucle de quitarse la razón mutuamente y atacarse que no favorece a la relación en absoluto.

  1. Solo nos centramos en lo negativo

Muchas veces cuando llevamos una mala racha con nuestra pareja, parece que solo nos fijamos en los aspectos negativos de esta y de ahí no salimos.

 

Cuando esto pasa, es mucho más fácil dirigir toda nuestra atención hacia eso que falla el otro. Además, en nuestra cabeza se empieza a crear una idea de que todo lo hace mal, por eso nos fijamos solo en eso, para confirmar nuestra teoría.

  1. Aprender a basarnos en la realidad

En ocasiones nuestra pareja nos puede atacar con que no hacemos ciertas cosas, que no controlamos los gastos, etc. Si yo quiero rebatirle esto, tendré que hacerlo desde el argumento y la realidad.

Es decir, si mi pareja me dice que no recojo la casa y esta, realmente si lo está, podré señalarle que lo mismo a su nivel de exigencia puede faltar algo, pero que en líneas generales la casa si se encuentra bien recogida.

  1. Negociar

Ni siempre puedo tener la razón ni siempre puedo estar equivocado, que es lo que al final pasa en estas relaciones, uno siente que el otro lo hace todo mal y la otra parte que su pareja es una exagerada.

Poner límites de cómo se quieren las cosas, quien toma qué decisiones, como os repartís las responsabilidades, es un comienzo.

  1. La pareja está compuesta por dos miembros

Cuando sólo uno de los miembros piensa que tiene razón, quiere decir que el que hace mal las cosas es la otra persona y por tanto es a la que le toca cambiar.

Esto hace que la persona tome una posición muy cómoda y relega toda la carga y responsabilidad de la relación en el otro.

Para el otro miembro de la pareja esto puede ser agotador, porque sentirá que solo es él el que tiene que mejorar y por tanto toda la culpa es suya siempre, y esto es muy injusto.

Si los dos miembros de la pareja no se perciben como un equipo y que ambos tienen que luchar por salvar esa relación o para que esta mejore, estarán condenándose al fracaso.

 

A todos nos gusta tener razón, que las cosas se hagan a nuestra manera y cuando queremos, pero sabemos que esta demanda no es realista. Si centro mis expectativas en que mi relación debe ser así lo único que conseguiré será acumular frustración.

Formar parte de una relación significa que en ocasiones nos va a tocar ceder y reconocer que nos hemos equivocado o simplemente que la otra persona no tiene por qué hacerlo todo como yo quiero.

 

 

Aida Vallés Psicóloga especializada en Sexología y Terapia de pareja

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