Hoy os traigo el truco definitivo si lo que queréis es quedar mal en un cumpleaños (por lo que sea, eso ya sabréis vosotras la razón): regalad ropa. 

Dios, es que no hay forma humana de acertar cuando regalas ropa. 

La talla. 

¿Crees que vas a acertar con la talla a la primera? Entre que cada tienda talla a su manera y que a lo mejor ni sabes la talla del cumpleañero, ¿por qué arriesgarse? ¿Por qué una persona aparentemente normal decide comprar una talla 34 a una persona que gasta una 40? Me ha pasado, allá por el año 1742, cuando llevar una talla 40 era una talla 40 y no lo de ahora. Me regalaron unos pantalones (horrendos, por otra parte) de la talla 34, ¿me explicas dónde me meto yo eso? Visualmente se podía apreciar que no me cabría ni un solo muslo en toda la cinturilla. Imagino que los que hacéis esto sois unos psicópatas en potencia que solo queréis ver el mundo arder. Ojo, que también me ha pasado al revés, usar un 36 para los zapatos y que me regalen unos tacones de la talla 41, ¡¡¡¡41!!!! CUARENTA Y UNO. Pero, ¿quién te crees que soy? ¿El actor secundario Bob? 

El estilo. 

Cuando tu abuela con todo el amor de su corazón te regala una camisa con volantes y puntilla como la que te ponía cuando tenías tres meses, pero ahora tienes treinta años… ¿qué haces? Pues ponerte la puta camisa con volantes y puntilla como si fueras un cupcake. Y luego en la otra punta, a ti te encanta ir ceñida, con escotazo y taconazo de vértigo y viene la pelleja de tu suegra y te regala un blusón sin forma y que te llega por debajo del culo y te lo da con una risita así por lo bajini. 

La marca / tienda.

Yo me visto porque hay que hacerlo, así que toda mi ropa es de las tiendas más baratas que hay en mi ciudad. Entonces cuando alguien me viene con algo de precio elevado se me ponen los ojos del revés y pienso en toda la comida que se podría comprar con ese dinero. Si tú me ves que visto con ropa barata, no me pongas en ese aprieto aunque te sobre el dinero. No queda como el detalle que tú te crees.

Mención aparte cuando el regalo es para un niño pequeño. Si ya es un rollo para los padres encontrar ropa que les esté bien cuando están creciendo y lo que se les queda ancho de cintura les queda corto de pierna y demás, ese momento en el que te vienen con un conjuntito muy bonito que le queda ridículamente grande o pequeño y del que no te dan ni el ticket regalo porque “no, si esto le queda bien, te lo digo yo”, aunque ni se lo hayan probado y acabes guardándolo en el armario sin poder volverlo a usar jamás, es genial. De verdad, genial. Necesito que alguien me explique este fenómeno de regalar la ropa de niños con la etiqueta que se vea el precio bien grande, pero sin el ticket no vaya a ser que le quieras coger la talla correcta al chiquillo o, no quiera el universo, se te ocurra cambiar ese vestido de floripondios con canesú por un chándal porque lo que le gusta a tu hija es rebozarse en el barro. 

Obviamente, todas os damos las gracias porque sabemos que son regalos hechos con las mejores intenciones. Menos los de la bruja de tu suegra, esos van a doler. 

 

Anónimo

 

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