Para mí la intimidad es una de las cosas más importantes del mundo. O bueno, no del mundo; pero sí de mi vida. Me gusta la intimidad: tener mis secretos, pasar momentos a solas, saber que puedo pasarme horas sin necesidad de preocuparme de que otras personas aparezcan… La intimidad es para mí como el agua, y cuando paso demasiado tiempo sin una pizca de respeto por ella, ogro-Andrea sale a la luz y mata a mucha gente.

Y algo muy malo le tengo que haber hecho a alguien, que resulta que el Karma me odia y me manda a vivir con gente a la que la intimidad le da igual, gente a la que la intimidad le hace gracia y le parece un chiste. Gente que ve puertas cerradas y tiene la imperiosa necesidad de abrirlas; gente que abre cajones ajenos sin problemas, gente que se pone a hablar contigo en cualquier momento, cualquier lugar y cualquier situación (sí, sí, cualquiera; incluso un post-polvo). Aunque parezca increíble, me quedo sin dedos en el cuerpo para contar la cantidad de personas que me han abierto la puerta sin llamar, ya esté yo en el baño o pasando un buen rato con mi chico. Y esto es solo un ejemplo.

Es verdad que son muchas las personas que afirman que este tema “les da igual”. ‘Na, a mí me da igual que alguien de confianza me abra la puerta mientras planto pinos gustosamente’. No, cariño. No me lo creo: una cosa es la confianza y otra cosa es eso; que los pinos se plantan en la más absoluta intimidad, ¡hombre ya!

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Y como en esto de la no-intimidad estoy más que curtida, quiero enumerar aquí unos cuantos consejitos de supervivencia esenciales para esas personas que, como yo, la intimidad solo la conocen en sus sueños. Atentos:

Anuncia a voz en grito que te vas a encerrar:

Hay gente que ve puertas cerradas y parecen no tener claro si eso significa un “no pasar” o un “pasa sin problemas, ¡adelante!”; otros seguramente pensarán que habrás cerrado la puerta sin querer o habrá sido una corriente, y que estarás muertiiiiito de ganas de que vayan a saludarte. Por eso yo siempre intento asegurarme bien que a todos los presentes les queda claro que me voy a encerrar porque quiero encerrarme; les anuncio que me voy a mi habitación porque me apetece estar sola así que cerraré la puerta para no molestar a nadie (en realidad es para que no me molesten A MÍ)*

*Si eso no funciona búscate al animal más pesado que puedas encontrar y ponlo en la puerta para que nadie pueda pasar. Un Snorlax, por ejemplo, puede valerte.

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Pon pestillos* en todas las puertas de tu casa:

No solo en baños o habitaciones, sino también en cocinas y salones. Y ya, ya sé que puede parecer extremo, pero nunca sabes en qué momento necesitarás intimidad en uno de estos sitios.

*Si no tienes la opción de pestillos, ten a mano una silla o cualquier otro electrodoméstico con el que puedas trancar la puerta (ay, la de veces que esa bendita tabla de planchar me habrá salvado la vida…).

Conviértete en un animal nocturno:

La noche es el momento perfecto para hacer con tranquilidad todo aquello que no puedes hacer durante el día por una sencilla razón: todos duermen*. Durante el día en una casa en la que nadie respeta la intimidad ajena, el simple hecho de ver una película puede convertirse en una auténtica tortura, una ardua tarea que requiere de lanza, espada, escudo y armadura y, sobretodo, de infinita paciencia para no matar a nadie. Cuando no escuches ruido en tu casa, asoma la nariz por la puerta y asegúrate de que todo el mundo está durmiendo. ¿Todos K.O.? ¡Empieza tu momento!

*Si no se duermen, acude a algún tipo de droga somnífera. Situaciones desesperadas: medidas desesperadas.

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Nunca, nunca, NUNCA te masturbes/forniques a deshora:

El ambito sexual en estos casos de no-intimidad es, probablemente, el más delicado y peligroso; y es que aunque tú sabes que el sexo es algo íntimo (casi siempre), ellos no lo saben. Y tú y yo bien sabemos que una visita inesperada en medio de una batalla puede dejar las banderas a media asta… Por eso, es tremendamente peligroso decidir darse una alegría un martes a las 5 de la tarde, momento en el que si te pillan en vez de pedir perdón te dirán ‘¡¿pero qué horas son estas para hacer esas cosas?!’ Esta vez tienes dos soluciones posibles:

– La primera solución es dejar los jueguecitos sexuales ya sean con uno mismo o con una o más personas para cuando no haya nadie en casa o están todos durmiendo.

– Si la necesidad es extrema e inevitable, haz mucho ruido. Así les quedará claro que estás bastante ocupado/a.

Vete a vivir con animales:

Si ninguno de los remedios anteriores te ha servido, aún te queda una última oportunidad para disfrutar de la intimidad: ¡A la mierda la gente! Vete a vivir con animales. ¿Que por qué? Pues porque ellos si que saben respetar tu intimidad.*

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*Bueno… más o menos.