A ver, os cuento, que tengo una situación muy surrealista. Vivo sola en un pequeño estudio y la pared que me separa de mi vecino (que también vive apretado en un estudio como el mío) es delgada como el papel de fumar. Creo que ya os podéis imaginar por donde voy… se escucha todo lo que hacemos, ya sea fregar los platos, la música, tirar de la cadena o… el sexo. Creo que él no tiene novia, por que nunca he escuchado voces femeninas en su casa, aunque algunas noches le oigo gemir de placer, entiendo que masturbándose. Intenta ser discreto, el hombre jadea, se le escapa algún gemido, pero cuando se corre alza la voz más de lo que creo que él querría (supongo que no lo puede evitar). El caso es que el muchacho está cañón y a mi me pone muy cachonda escucharle en esos momentos íntimos. He llegado a recurrir al truco de poner un vaso en la pared para pegar la oreja y no perderme detalle. Y por supuesto, la cosa también funciona en sentido contrario, de hecho yo no soy especialmente discreta cuando hecho mano de mi dildo, sobre todo cuando sé que él está al otro lado. Así que cada vez que intercambiamos sonrisas y conversación circunstancial tendiendo la ropa (compartimos tendedero en un patio de luces) o cuando coincidimos en la escalera o el ascensor, no puedo evitar pensar en sus orgasmos y… tal vez él haga lo mismo respecto de los mios. Podría dejar la situación así, disfrutando del morbo, o podría correr el riesgo de intentar tirármelo. ¿Qué hacer?
Al otro lado de la pared
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