CON LA MIERDA DEL COCHE CENO ESTA NOCHE

(Entiendo que el título pueda dar lugar a confusiones y que ahora mismo me estéis imaginando recogiendo migas, restos y demás alimentos en semiputrefacción de debajo de las alfombrillas. Sería un buen reportaje para Callejeros, pero no, no van por ahí los tiros. Siento desilusionaros)

Tengo coche desde hace años. El mismo. Al principio lo limpiaba cada semana. Le sacaba brillo. Tenía hasta una brochita para limpiar las juntas a las que no llegaba bien con un trapo. Jabón especial para coches. Spray para llantas. Limpiacristales antivaho, antirreflejo, antichoque, antimosquitos, antivendedores de cleanex. Pero esta fase ya pasó, os lo aseguro. A día de hoy hay más mierda en mi coche que en la ciénaga de Shrek. 

Y es que limpiar el coche está sobrevalorado. Por fuera ya le dará el agua cuando llueva. Y por dentro es un trastero buenísimo. Mi casa no es muy grande y el coche es esa habitación para trastos que me falta. ¿Que hay oferta de papel higiénico en el super? Pues, como si me preparara para una nueva ola de pandemia, tres paquetones que me llevo. No me entran en casa, pero en el coche sí. La caja de herramientas, un minitaladro, cosas que hay que tener pero que no uso en la vida, ¡’pal maletero! Los “por si acasos” tipo sombrilla, paraguas, disfraz de diablesa sexy (quién sabe, a cualquiera le puede pillar desprevenida Halloween o una cita de Tinder). Lo dicho, un trastero con ruedas.

Entro en el coche con la chaqueta, ¡qué calor!, chaqueta para el asiento de atrás. Así un día y otro día. El asiento de atrás se ha convertido en mi vestidor de confianza. Es una maravilla. Si vas por ahí y cambia el tiempo siempre tienes algo para cambiarte. O la toalla de la playa para tumbarte donde sea. O los tacones de aquella boda a la que fuiste y que llevabas años sin encontrar.

No os lo voy a negar, un poco síndrome de Diógenes sí que es. O que soy una cerda y una vaga. Eso lo tendrá que decidir un psiquiatra.

El caso es que me ha dado por recoger y limpiar el coche. No me preguntéis por qué. Tal vez es la madurez, la conciencia ecológica, o que me he quedado sin chaquetas en el armario.

Dos abrigos, un chaquetón, tres vaqueras, dos jerseys, unas botas de agua, la braga de un bikini y una chancla son el recuento de heridos. Hasta aquí nada sorprendente. 

Medio bocata de… ¿jamón? y un paquete abierto de patatas (intuyo que del día playero en el que me dejé la braga del bikini) me sorprenden algo más y me dan un poquito de vergüenza. No tanta como los patines con unos calcetines sudados dentro. UPPSS!!

Pero no todo son malas noticias. Retirar la tonelada de ropa y mierda dejan al descubierto la razón por la que no llego a fin de mes. Cada mes repitiendo la misma frase: 

“De verdad que yo no sé a dónde se me va la pasta”.

Pues ahora ya lo sé. Acabo de descubrir la hucha más grande de mi vida. ¡El coche! Si fuera capaz de levantarlo sobre mi cabeza y agitarlo, sonaría como si de un cerdito de barro se tratara. Por entre las ranuras de los asientos hay más dinero que en el banco de España. Si se enteraran de esto, rodarían la próxima temporada de La casa de papel en mi coche. 

He ido poco a poco, con paciencia y unos palillos chinos que también he rescatado de semejante vertedero, sacando las monedas de entre las ranuras, debajo del asiento, debajo de la alfombrilla, entre los carriles y demás entresijos del suelo del coche. Para la que no lo sepa, debajo del asiento del piloto hay más cables y artilugios que en una bomba. Me he jugado más la vida que los participantes de Humor amarillo. Pero ha merecido la pena. Después de perder una tarde y parte de las uñas, he dado ya la entrada para un piso en Benidorm, además me voy una semana a Maldivas y con lo que me sobra, efectivamente y como bien dice el título, salgo a cenar esta noche. El medio bocadillo de lo que algún día fue jamón no me terminaba de convencer. 

Así que amigas, por mi parte cambio el refranero español, que hacía referencia a la amistad, para sustituirlo por:

Quien tiene un coche tiene un tesoro”.

Eso sí, seguiré siendo igual de cerda. A ver si en un par de años lo vuelvo a limpiar y me llega para comprar un coche más grande, que desde que he descubierto Shein necesito un “vestidor” más amplio.

 

Marta Toledo