Esta es la eterna encrucijada en la que se encuentran las mujeres, que batallan contra un reloj biológico siempre pertinaz. Entiendo perfectamente la decisión de retrasar la maternidad, en cuyo caso la congelación o vitrificación de óvulos es una herramienta muy útil.

Mi caso es diferente al de alguien que quiere retrasar la maternidad o se va a someter a un tratamiento que puede reducir su fertilidad, como pasa con la quimioterapia. Yo ni siquiera sé si quiero ser madre. Sé que hay muchas mujeres en mi situación, y soy consciente de que lo que hacemos es posponer una decisión que no podemos tomar ahora mismo. Y blindarnos ante una posible sensación de arrepentimiento por no haber sido madres en el futuro, eso también.

Los pros y los contras

No sería la primera ni la última que no quiere ser madre en los primeros años de la treintena y cambia de opinión más adelante. Pero, como a partir de cierta edad las posibilidades se van reduciendo, me gustaría tener una alternativa. Creo que eso me aportaría tranquilidad, porque sabría que tendría la opción aunque luego no recurriese a ella. Tomaría una decisión de manera más libre, por así decirlo, sin una voz interior que me dijera que el tiempo pasa y pronto no habrá vuelta atrás.

Es lo positivo que le veo, porque la vitrificación tampoco es la panacea. Para empezar, nadie me asegura que vayan a poder fecundar uno de mis óvulos congelados en el futuro. Hay muchas cosas que pueden salir mal en el proceso, no hay garantías de que me vaya a poder quedar embarazada, ni de que el embarazo vaya a ir bien.

A eso se suman las inyecciones y visitas a la clínica, según me he estado informando. Si me decidiera, tendría que estar una semana o más inyectándome hormonas, lo que puede conllevar efectos secundarios como la hinchazón, los dolores de cabeza o los cambios de humor. Algo temporal que podría soportar, junto al poco aprecio que le tengo a las agujas, pero se uniría a visitas frecuentes a la clínica para los análisis de sangre y ecografías.

Lo que más me frena es lo caro que es. Según las clínicas de reproducción asistida que he consultado, el tratamiento cuesta entre 2000 y 4000 euros. No me sobra el dinero, así que me pregunto si el gasto merecería la pena si, al final, no hiciera nada con esos óvulos. Serían 4000 euros solo por la tranquilidad de tener una posibilidad más adelante, ¿quiero hacerlo?

¿Cómo tomar la decisión?

Le he estado dando muchas vueltas al asunto y las opiniones de mi entorno no me han ayudado a decidirme. Básicamente, me han dicho que lo haga si quiero, y, si no, pues no. Solo una amiga me ha dicho que me lo piense bien y que, si de verdad quiero ser madre, lo sea lo antes posible. Ella tuvo el primero muy joven y el segundo a los 34, y me ha dicho que la diferencia se nota muchísimo.

Me siento en un bucle de indecisión del que me gustaría salir, razón por la que escribo. Porque la comunidad WLS es amplia, heterogénea y casi siempre da respuestas. Me gustó mucho el texto de una chica que escribió para decir que había tomado la decisión de no ser madre y no se había arrepentido.

madre

Ella sopesó muy bien sus circunstancias y reflexionó mucho sobre la maternidad, lo que la llevó a concluir que no era para ella. Sobre todo, me llamó la atención el final, cuando dice que las decisiones hay que trabajárselas y no transitar por ellas de modo pasivo. Así no aparecerá ni el arrepentimiento ni los “y si” que pueden convertirse en una tortura constante.

Pero ella sí fue capaz de tomar una decisión. Ella sí pudo analizar bien sus circunstancias y el contexto personal y social. Vive alineada con lo que piensa, dice y hace. Yo, en cambio, no sé qué pensar ni qué hacer. Necesito más información para poder decidirme.

Por eso convoca a la comunidad. ¿Cómo se toma la decisión de ser madre, ahora o en el futuro? ¿Alguna ha vitrificado óvulos? ¿Qué motivó su decisión? (Entiendo que la pregunta anterior es muy personal? ¿Lo hizo sin saber si quería o no ser madre? ¿Qué pasó al final? ¡Os leo!

Anónimo