En la nueva normalidad nos va a tocar acostumbrarnos a tres cosas muy básicas: a la distancia social (me espanta el término, pero es lo que hay), al bote de gel hidroalcohólico siempre en el bolso y a las mascarillas. Son cosas fundamentales si queremos recuperar la ansiada antigua normalidad (o algo parecido) en algún momento próximamente y que yo defiendo y practico a tope; pero por muy necesarias que sean son un rollo y yo lo que peor llevo es el tema de las mascarillas.

Estoy segura de que las personas que se dedican a la sanidad verán este post como una auténtica frivolidad y probablemente lo sea, pero hay que reír un poquito y estoy segura de que mucha gente ha pensando lo mismo que yo…

Se te empañan las gafas. Sí, hay muchos truquis (hacerle una especie de nudo a la mascarilla para que no se ajuste tanto a la cara, lavar los cristales de las gafas con una pastilla de jabón… ), pero es un rollo tener que estar haciendo apaños.

El reconocimiento facial del móvil no funciona. La nueva normalidad incluye volver a acostumbrarnos a poner el pin para desbloquear el móvil, dramas del primer mundo.

Crees que no te oyen guay y gritas más.

Te suda el bigotillo a tope. La falta de transpiración es lo que tiene y la mascarilla medio húmeda todo el rato…

Y si te pintas los labios (porque tú sabes que los llevas pintados y eso es más que suficiente), prepárate para ser un cuadro cuando te quites la mascarilla.

No te reconocen por la calle (y tú tampoco reconoces a la gente). La nueva normalidad es saludar y que la gente se sorprenda… ¡jajajaja!

Se te doblan las orejitas con las gomas (y ponerse pendientacos no es viable). Después de un rato con la mascarilla puesta las orejas se doblan y se escurre la mascarilla, esto es así.

Esas mismas gomas te dejan unas marcas preciosas en la cara. Esto es depende de la mascarilla que uses y lo sensible que tengas la piel, pero son tope de favorecedoras… ¡NO!

Y sí, llegar a casa y quitarse la mascarilla es como quitarse el sujetador: FELICIDAD.

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Pese a todos estos dramitas del primer mundo, debemos normalizar el uso de este invento por pura generosidad (sobre todo en espacios cerrado y cuando sepamos que es complicado cumplir con la distancia social). Si ponemos un poquito de sentido común en nuestro día a día conseguiremos salir de esta.