Junio, el mes temido por muchos durante todo el año. Es casi más estresante que septiembre, al que llegan los resignados. Junio es el mes de los empollones, eso es una verdad universal, la misma verdad universal que demuestra que si Catwoman y yo no hemos estado juntas en la misma habitación, significa que YO SOY Catwoman. Divago, como el cantante Álex Divago, disculpa. Aquí la prota eres tú, que has estado preparándote a conciencia (mentalmente): comprarías café por un tubo y te lo pondrías en tu vaso hermético de unicornio porque te da buena suerte, te harías un planning, irías todos los días a la biblioteca… claro que todo eso lo pensaste en octubre, al principio del curso, cuando tenías hasta un estuche nuevo y las libretas sin estrenar. La perspectiva cambia con solo unos meses de diferencia. Es por eso que aquí repasamos lo que nos pasa mientras estudiamos, para echarnos unas risas.

¡Empezamos!

  • Te sientes como Rodríguez de la Fuente porque te parece más interesante el vuelo de las moscas que tus propios apuntes.

 

  • Empezaste a organizarte las materias y a planificar, pero en algún momento te plantaste a una semana de los finales y no sabes cómo pero ni tienes apuntes ni sabes si te dará tiempo a leer lo que entrará en los exámenes. Al final decides echarlo a suertes, es lo que hay, no tienes tiempo.

 

  • Las moscas pasan a un segundo plano cuando te asaltan dudas tan existenciales que no puedes dejar de pensar en ellas y tratar de darles solución: Si la piscina es honda ¿el mar es Toyota?, ¿un café que estuvo en la cárcel es un expresso? o si un policía             me dice: “Papeles” y yo respondo: “Tijeras”, ¿gano yo?

  • El teléfono te mira, tú lo miras, hacéis ojitos, coqueteáis y así cada cinco minutos.

 

  • El subrayador es tu amigo y te pasas los últimos días de estudio subrayando como si no hubiera un mañana. Después tus apuntes pasan a ser directamente la bandera del orgullo LGTBI+ y sigues sin enterarte de qué mierdas es lo más importante.
  • El día de antes del examen tu cabeza entra en un bucle negativo y te planteas otras maneras de ganarte la vida en un futuro: parchís, petanca, stripper…

 

  • Estás de los nervios en el día del examen y vuelves a creer en Dios pidiéndole porfaplis que entre lo que te acabas de leer en la puerta del aula porque es de lo único que te acuerdas.

  • Al salir del examen todos tus compis están comentando la jugada y no entiendes nada de lo que hablan. ¿Hemos hecho el mismo examen? Y vuelves a creer en Dios: “Por favor, que lo hayan entendido todos mal menos yo”. Te vuelves un poco hija de puta, pero no pasa nada, el Karma te lo devuelve con un 4,5 para que te jodas.
  • Ese suspenso te manda de cabeza a septiembre, el mes de los resignados, que es como estás tú porque encima vas a tener que reescribir todos los apuntes que tienes en todos los colores del arco iris.

 

  • Llega septiembre y apruebas por los pelos. Te prometes que el curso que viene te lo currarás más y empieza otro bucle nuevo de planificación abocada al desastre.

Y eso es todo, mucha suerte en los exámenes y sed buenas, pero si no lo sois, contádmelo.