Pobrecillo mi marido, lo que tiene que aguantar conmigo.

A ver, él tampoco es un santo, pero lo que vengo a contar es una de mis taritas y lo mal que lo pasé hace unas semanas por culpa de una de ellas. Porque mi tara principal es que soy una persona superinsegura y desconfiada. Y celosa, eso también. Llevamos juntos chorrocientos años y todavía tengo ese bichito en las entrañas diciéndome que no soy suficiente, que cualquier día se enamora de otra.

Me obligo a actuar como una persona madura y normal, por fuera. Sin embargo, por dentro es una pelea constante. La de la mujer adulta VS la niña acomplejada. Todos los días pidiéndole que se calle y me deje vivir un poquito en paz, hombre. Todos los días convenciéndola de que nos quiere y que quiere estar con nosotras. Que esa compañera de trabajo no le hace ojitos y que la dependienta de la panadería es así de simpática con todos los clientes.

Creía que mi marido me engañaba, pero no era lo que pensaba

Una movida muy vergonzosa. Qué le voy hacer, así soy.

El caso es que hace unos meses cambiaron a mi marido de departamento y, entre que tenía que entrar más temprano y que estaba un poquillo estresado, llegaban las diez de la noche y, ni dormirse viendo una serie ni nada, directamente se subía a la cama a dormir. Me daba penica porque, jová, ese era nuestro único momento de estar juntos de lunes a viernes. Ese ratito de charlar un poco, ponernos al día, rajar del curro o lo que se terciara, antes de irnos a la cama. Pues, de golpe y porrazo, ya no lo teníamos.

La mujer adulta entendía que era normal, que ya se habituaría al nuevo horario y tal. Fue la niña insegura la que se empezó a rayar. La adulta intentó ignorarla hasta que una noche, después de que él se subiera al dormitorio, comenzamos a escuchar un murmullo. Como de quien manda un audio de wasap en voz bajita.

Puede que no la primera, ni la segunda, pero a partir de la tercera o así ya lo tuvimos claro. ¡Se estaba enviando audios de wasap con alguien! En lugar de estar conmigo en el sofá, se subía a hablar con alguien, muy muy heavy. Ahí había movida, fijo. Buah, me quería morir. ¿Quién sería? ¿Por qué a ella le mandaba audios y conmigo era tan reacio y tan de enviar stickers?

Creía que mi marido me engañaba, pero no era lo que pensaba

Vale que no eran muy largos. Eran como blablablablá. Silencio. Blablablá. Silencio. Tres o cuatro veces así y lo siguiente que escuchaba ya era un ronquido profundo. No entendía nada, pero una parte de mí creía firmemente que mi marido me engañaba. Así que después de unas cuantas noches fibrilando en el salón, en cuanto oí el primer blablablá susurrado, me levanté con sigilo y me acerqué a las escaleras a escuchar. No entendí nada de lo que dijo después, por lo que no me quedó más remedio que subir los escalones lentamente, poniendo mucho cuidado en que no crujiera la madera y me delatara.

Una vez llegué al descansillo, y escuché con claridad lo que decía, sentí tal alivio que casi me hago pis encima. Mi marido no me engañaba, solo hablaba con Alexa. Os lo juro porque, para cerciorarme, volví a espiarle a la noche siguiente.

-Marido: Alexa, baja el volumen al dos.

-Alexa: **dum**

-Marido: Alexa, pon sonidos para dormir.

-Alexa: sonidos de la naturaleza, de sonidos de la naturaleza en Amazon Music.

-Marido: Alexa, pon sonidos de lluvia.

-Alexa: vale, aquí tienes sonidos ambientales, lluvia.

-Marido: Alexa, apaga esta lista en quince minutos.

-Alexa: temporizador de apagado de quince minutos. Empieza ahora.

Creía que mi marido me engañaba, pero no era lo que pensaba

Fíjate que yo no sabía que, si tú susurras, Alexa, que es muy educadita, responde en susurros también. Tan bajitos que a ella nunca la había llegado a escuchar…

Vamos, que al fin me quité la angustia de encima, porque por celosa e insegura que sea, hasta yo sé que de su relación con Alexa no va a salir nada que ponga en peligro nuestro matrimonio. Creo. ¿No? No, no, que no. ¿A que no?

 

 

Relato escrito por Van Drade basado en la historia real de una lectora.

 

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