Criminal no es una serie al uso.

Netflix ya nos tiene acostumbrados a experimentos que pongan en cuestión nuestra manera de entender el cine y las series. Ya lo hizo con Black Mirror: Bandersnatch, una película interactiva en la que el espectador elige el destino de la historia, y en esta ocasión, Jim Field Smith y George Kay han ideado una serie de doce capítulos repartidos entre España, el Reino Unido, Francia y Alemania. Así pues, cada país ha desarrollado tres episodios y, por si fuera poco, en cada capítulo se trata un caso diferente al anterior.

Lo que une la serie, los países y los capítulos es un mismo hilo conductor o punto de partida: una sala de interrogatorios y un posible criminal al que hay que sacarle información. Para conseguir información, la policía tendrá que tirar de mucha psicología y de algunas artimañas y juego sucio para conseguir llegar a la verdad, o no.

En general podemos decir que es una serie estática en la que solo contamos con tres escenarios: la sala de interrogatorios, la sala de escucha y la máquina del café; como si de una obra de teatro se tratara. Con solo tres lugares por los que moverse, la mirada de los espectadores inevitablemente solo puede centrarse en los actores.

Cada gesto, cada mirada, cada palabra, el tono de voz… todo es importante y necesario para captar la atención, para levantar o disipar la sospecha. La serie se basa en la interpretación pura y dura. Es en este punto en el que se aprecian más diferencias, ya que en cada “serie” predomina un talante distinto y una manera de ser propia del país.

Centrándonos en Criminal España, en los tres capítulos contamos con una Emma Suárez a la dirección del interrogatorio.

En el primer capítulo encontramos a una Carmen Machi en el papel de interrogada, y tengo que confesar que sus esfuerzos han dado fruto, ya que su interpretación consigue que no la vea en los papeles cómicos a que nos tiene acostumbrados. En un principio esperas que suelte algún chistecito de los suyos, pero poco a poco Machi consigue que nos creamos el personaje de mujer perturbada con personalidad enfermiza que interpreta.

Pero la verdadera estrella del show es Inma Cuesta, ya que está soberbia en su interpretación.

Creo que jamás la he visto en una posición tan incómoda como esta y en la que tanto ella como cualquier otro actor podrían haber caído en la sobreactuación. Finalmente, el tercer interrogado es Eduard Fernández, quien también está a la altura de las circunstancias en su papel de mafioso acostumbrado a pasar por la ronda de preguntas. ç

A este reparto se suma Álvaro Cervantes, quien tendrá una relación un tanto tóxica con Emma Suárez que parece no pintar nada en todo esto, pero que tendrá un papel destacado.

Si algo malo puedo decir de la serie es que muchas escenas y movimientos son bastante previsibles, eso sí, sin dejar de poner al espectador tenso en todo momento.

Creo que los tres capítulos sorprenden por alguna razón, ya sea la personalidad del interrogado, la gravedad de lo ocurrido o por poner a la policía en una situación incómoda.

Por otro lado, si algo loable tiene la serie es que, como decía antes, con solo el diálogo entre personajes y el lenguaje no verbal, se mantiene al espectador atento y en vilo durante los 45 minutos que dura cada episodio. Sin sexo, sin violencia, sin grandes espacios, sin apenas acción… con un estilo minimalista centrado en la palabra y los detalles, el espectador queda prendado. 

Espero que os animéis a verla. Yo, por el momento, me lanzo a ver qué han hecho el resto de países con este mismo punto de partida.

(@aida_montoya_)