Yo no sé ustedes, pero yo, una de las primeras cosas que hago por las mañanas es abrir el Facebook y ver qué recuerdos me salen ese día. Es un poco de enganchada y un poco de masoca, pero me encanta. Y últimamente me salen fotos de hace unos 6-7 años, cuando vivía en Sevilla, en las que pesaba alrededor de 20 kilos menos y, JODER, me veo es-pec-ta-cu-lar. Obviamente seguía siendo una tía grande, porque siempre lo he sido y siempre lo seré, pero con mis antiguos 80kg, estaba realmente en forma, más guapa, más saludable y, en definitiva, mejor, a nivel físico.
Pero entonces me entra una rabia tremenda. Y me entra una rabia tremenda porque en esa época estaba continuamente sufriendo por la comida, continuamente haciendo dietas extrañas, y continuamente sintiéndome una mierda gorda. Todo el mundo me decía y me recordaba que era más grande que la media. Que estaba gorda y que tenía que adelgazar. Me privaba de mil cosas cada día, pero no para mantenerme así de estupenda y de sana, sino porque supuestamente estaba gordísima y tenía que adelgazar mucho más. Recuerdo ciertas personas que continuamente me ‘obligaban’ a ponerme a dieta y me instigaban con el tema. Recuerdo lo mal que me hacían sentir, recuerdo lo poco que me quería a mí misma y lo poco que me valoraba en general, y me cabreo muchísimo.
Y sin embargo ahora, que estoy mil veces más gorda que entonces, no tengo esa presión que sentía en aquellos tiempos. No tengo ni la mitad de complejos que antes, y me quiero a mí misma mil veces más. Me siento valorada, por mí y por mi entorno. Nadie me presiona para que adelgace o cambie mi cuerpo, y sin embargo se supone que ahora estaría mucho más justificado que me sintiese fatal con mi peso y me obsesionara con el tema como entonces, ¿no?
Pero resulta que no. Que yo sé que me sobran esos kilos y que me encantaría volver a estar como en esas fotos. Pero ahora disfruto del día a día, del proceso, de la vida en general. Ahora me quiero infinito y no permito que nadie me haga sentir mal por esos kilos que yo ya sé que me sobran. Y lo más rabia que me da de esos recuerdos, es haberme pasado tantos años sufriendo y sintiéndome tan mal cuando, en realidad, estaba mejor que nunca, estaba en forma, estaba sana y estaba perfecta con mi talla 42-44.
Supongo que llegar a este punto de amor propio se consigue sólo con la experiencia y los años de perdonarme a mí misma y aprender a quererme como soy, pese lo que pese en cada momento de mi vida, porque, les recuerdo, somos mucho más que un número en una báscula, y ojalá haber sabido todo esto en aquella época; hubiese empezado mucho antes a ser feliz.