Todos hemos tenido 15 años, una cuenta de Messenger y otra de Badoo. Y yo también. 

Las hormonas revolucionadas y la cara “como una paella”, menos mal que ahora no tengo ni una marquita, algo de bueno tenía que tener el puto karma. 

Vivir en un pueblo donde la media de edad rondaba los 70 años, sin un internet decente y con muchas ganas de hablar con alguien, hacía que casi todas las tardes las pasase en la biblioteca del pueblo de al lado. ¿Haciendo qué? Está claro, entre el chat de Terra y Badoo se me pasaban las horas muertas. 

Que de dioptrías perdidas pensando en si ese tío con más músculos que El David de Miguel Ángel me escribiría o como otro más, pasaría de mi. ¡Ay bendita inocencia de la pubertad! 

No nos vamos a engañar, la foto que tenía de perfil no era la mía y eso me daba mucha ventaja, me sentía muy insegura gracias a mi culamen desarrollado a esas edades de manera desproporcionada (herencia de la abuela). 

Y llegó un momento en que mi joven corazón de adolescente sufrió un pequeño paro cardíaco. Si, entre todas esas fotos de poses en baños con el reflejo del flash en el cristal, apareció el: EL VECINO. 

Ese que tenía sobre 18 y me parecía que era el hombre de mi vida. Ese que me miraba y salía el sol, ese que me hacía carantoñas porque era la vecina pequeña, la niña. Si, eran carantoñas como de hermano pequeño, y a mi me servía. 

Pero lo mejor de que EL VECINO estuviese en Badoo, no era que pudiésemos conectar, eso lo hacíamos cada mañana que nos cruzásemos, aunque el no lo sabía. Lo mejor es que ¡ya no tenía novia! o eso me hizo creer mi mente perturbada por la idea de que seríamos felices y comeríamos perdices. 

Toda la euforia se me pasó cuando a los meses su madre vino desesperada a mi casa para confesarse con la mía. EL VECINO iba a ser padre, a sus 18 años, ¡a la mierda todas las ilusiones! 

Mi mente retorcida empezó a maquinar, ya sabéis el daño que hacían las telenovelas en esas épocas. ¿Y si le mando un anónimo de que sé que está en Badoo? ¿Y si se lo suelto a la novia (con mucho rencor en la voz) así como si no quiere la cosa?

Señoras, me acojoné. Ahora él tiene dos niñas, está casado con la muchacha y come paella todos los domingos donde su madre, la vecina. Cada vez que me ve me sigue haciendo esa carantoña, aunque yo tenga 29 años.  Y mi joven ingenua de 15 años sigue pensando que lo nuestro hubiese sido muy bonito.

 

Jeny

@theoliviasvelvetworld