Convivir con el que es hoy en día mi esposo es la experiencia más feliz que me ha sucedido jamás, y algo que nunca falta en nuestro hogar son las risas. Nos encanta gastarnos bromas, picar un poco al otro, y, sobre todo, reír juntos de cualquier cosa. Somos una pareja muy feliz y orgullosos padres de un peludito, un conejito dulce y adorable como ninguno.

Pues el príncipe de la casa siempre ha sido mi bebé, obviamente, el niño mimado y consentido, como debe ser. Cuando empecé a vivir con mi marido dejó de preferir a su mami para idolatrar a papi (se adoran ambos), y lo que al principio me tomé como algo adorable, poco a poco comenzó a causar una serie de problemas muy curiosos.

Nuestro pequeño baby tiene una forma muy suya de mostrar desagrado: dando fuertes patadas en el sitio, con las patas de atrás. Al principio daba patadas cuando nos escuchaba hacer el amor, y ¡oh, inocentes de nosotros! íbamos a calmarle pensando que estaba preocupado. Preocupado los cojones. 

Lo siguiente que sucedió fue que, cada vez que nos besábamos o nos abrazábamos delante de él, pataleaba. ¡Celoso! Nos miraba con una rabia que no creí posible en un pequeño conejo, pero ahí está él, rabioso perdido si mi pareja me hace cariños.

Pero lo peor no es eso chicas: mi bebé se ha hecho mayor, y de qué forma. Mi marido es muy caluroso y suele ir sin camiseta incluso en invierno, lo que provoca en nuestro peludito una costumbre… bueno, juzgad vosotras.

El caso, es que cuando él está en el sofá, el pequeño viene corriendo y empieza a culetear con fuerza su bíceps, vamos, ¡que nuestro peludo intenta follarse el brazo de mi esposo! Qué disgusto, chicas, papi ya no es papi, es el muñeco hinchable de nuestro conejo… ya sabéis de cuál hablo.

¿Lo de los abrazos y los besos? Lo sigue haciendo, patalea cada vez que nos damos la más mínima muestra de amor de pareja. ¡Nunca lo hubiera pensado! Ahora lo malo es que mientras por un lado yo le acuno como a un bebé, en cuanto le suelto intenta fornicarse el brazo de mi pareja. Nuestra familia de tres es una tragicomedia, ¿sabéis si hay terapeutas para conejos? Más que nada para quitarle el complejo de Edipo a nuestro pequeño.

EGA