Una tarde de verano iba yo caminando por el centro de Madrid y me encontré a un amigo de la infancia, de los del cole. Hacía como 18 años que no lo veía, pero reconocí su pelo y sus ojos en cuanto le vi, y a él le pasó lo mismo conmigo. Estuvimos un buen rato de palique y me dio su número de teléfono para quedar conmigo y con mi hermana un día, ya que mi hermana es mi melliza e íbamos juntos a clase. 

Al día siguiente mi hermana vino a casa a comer y le comenté que había visto a Ángel, nuestro compañero. Le comenté que me había dado su número de teléfono para quedar y mi hermana me dijo que le hablara por WhatsApp.

Cogí mi móvil y busqué su contacto en la App. Le escribí diciéndole quien era y  me contestó diciendo que sabía quien era. A mí me pareció un pelín extraño que en su foto de perfil tuviera la imagen de un barco porque por lo que yo sabía, este chico no practicaba ese deporte, pero yo que sé, hacía mil años que no le veía.

Le dije que estaba con mi hermana, que le mandaba recuerdos y que le parecía genial que quedáramos a comer un día. El tío me siguió el rollo y todo el rato me pedía fotos. Me decía que si por favor le podía enviar una fotito con mi hermana. Nosotras le reímos un poco la gracia, pero no le mandamos nada. Pensamos que estaba de coña. Al rato nos volvió a hablar e insistió en la foto, así que le mandamos un selfie rápido de las dos haciendo el tonto. 

Nos dijo que tan guapas como siempre y que si queríamos ir a su casa a cenar esa noche, como habíamos hablado de quedar. Era verano y no teníamos mucha cosa que hacer así que nos pareció buen plan. Nos pasó ubicación y la verdad es que no me cuadraba que nuestro amigo de la infancia viviera en ese barrio cuando me había dicho que vivía por el centro, pero qué se yo, estábamos hablando por WhatsApp y él parecía no extrañarse por nada. 

Allí que fuimos las dos, y al abrir la puerta nos recibió un hombre que para nada era nuestro Ángel. Un cuarentón nos recibió con una sonrisa en la cara, encantado de la vida. Le dijimos que no era la persona que creíamos y él dijo que ya que estábamos, que cenáramos con él. Como comprenderéis, no entramos en su casa y nos dimos media vuelta para la nuestra.

Resulta que había hablado a otro Ángel que debía tener apuntado en la agenda y que no tenía ni la más mínima idea de quien era… ¿Alguien que me hizo la mudanza una vez? ¿El pintor de la reforma?

La verdad es que a día de hoy mi hermana y yo nos seguimos riendo con esta anécdota, pero creo que si me hubiera tocado sola, no me habría reído tanto.

 

Anónimo

 

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