Hace cuestión de dos años el médico especialista en dolor me recomendó tomar
antidepresivos. No siempre se usan los antidepresivos para tratar la depresión, muchas
otras veces sirven para tratar el dolor crónico provocado por enfermedades que afectan
a los nervios y, por ende, provocan dicho dolor crónico. Ciertos antidepresivos lo que
hacen es anular o adormecer, por así decirlo, ciertas conexiones cerebrales asociadas
con el dolor físico.

Mujer rubia con dos coletas pensando.
Total, desesperada decidí empezar a tomarlos y me funcionaron muy bien, el
dolor físico fue a menos  y mi tolerancia al mismo había aumentado. Evidentemente
tardé unos cuatro  meses en dejar de sentir los efectos secundarios como la náusea, el mareo
y sí, gané peso. Esa parte no me importó pues los dolores habían disminuido.
Por cosas de la vida, hace cosa de un mes, los decidí dejar, siempre siguiendo el
consejo de mis doctores y bajo supervisión médica. Estoy en un nuevo tratamiento que
funciona y tanto mis doctores como yo nos preguntábamos si realmente ahora que
estaba mejorando era necesario seguir tomando los antidepresivos o no.

Pues nada, aquí estamos corazones, batallando el mismo infierno.

Elmo, marioneta de Barrio Sésamo sobre un fondo en llamas.

Pude notar los efectos del mono desde que empecé a reducir la dosis, iban y
venían irregularmente hasta que empecé a tomarlo un día sí y otro no. Primero bajé la
dosis hasta llegar a la más baja disponible y después comencé a tomarlo días alternos.
Los días que volvía a tomarlo la fatiga volvía y los días que no lo tomaba los mareos eran
tan horribles que hasta tuve que pedir trabajar desde casa porque era imposible
conducir al trabajo.

Otro de los horribles efectos secundarios eran las descargas eléctricas cerebrales.
Y ustedes me vais a decir, eso ¿qué es? Pues es una cosa casi inexplicable; es una mezcla
entre vértigo rápido y palpitaciones en la cabeza, como si alguien te pusiera un táser de
baja descarga en el cerebro y lo activase cada dos por tres sin patrón fijo aparente. Por lo
visto eso significa que tus neuronas están tratando de conectarse sin la influencia
química de antes y la conexión eléctrica es más palpable para ti.

Homer Simpson electrocutándose con un cable que se ha puesto en un ojo por equivocación.
Dejar los antidepresivos también me jodió el sueño: uno porque me había
acostumbrado a dormir muy relajada y segundo porque el dolor, del que estoy mejor, se
agudiza por las noches.

¿Y qué pasa con alguien que no tiene depresión y toma antidepresivos? Pues que
cuando los deja acaba jodida también porque el cuerpo y la mente son muy cabrones y el
desequilibrio emocional te afecta terriblemente aunque antes te considerases una
persona estable (si es que eso existe). Empecé a llorar por todo y a enfadarme por todo,
lo veía todo desde el prisma del pesimismo y el agobio. La ansiedad aumentó y me
apareció una pesadez y un dolor en el pecho increíble. Bien jodida, quilla.
Ya llevo algunos meses estable, el remolino emocional ha ido a menos y los
efectos físicos como la náusea o el mareo no los tengo. No obstante, ha sido tela de duro.

Con esto no pretendo crear miedo hacia los antidepresivos o los analgésicos
nerviosos, como me gusta llamarlos. La mayoría de las veces son necesarios y ayudan
muchísimo, a mí me ayudaron un montón cuando no encontrábamos otra forma de
alivio. Eso sí, cuando los dejé, lo pasé fatal y tardé meses en volver a ser yo.

Y sí, volvería a ellos antes de dejar que el dolor controle mi vida de nuevo.

Mujer volcando en su boca un tarro lleno de pastillas.