Yo no tengo el cuerpo más bonito del mundo, pero creo que, como no recuerdo haberlo tenido nunca, vivo relativamente tranquila con mi físico. Si me dieran a escoger es posible que me pidiera ser un poco más alta, un bastante más delgada y algo menos pechugona. No obstante, la mayor parte del tiempo me conformo con lo que me ha tocado en la lotería de los cuerpos y estoy a gusto con el mío.

Aunque vengo a contar que no siempre ha sido así, hubo una época en la que una parte de mi físico me condicionó al punto de dejar de tener relaciones sexuales. Y eso que lo que me amargaba no era mi tripa ni mis tetas ni mi culo. Era una parte pequeña y discreta, pero con gran protagonismo en los momentos de intimidad.

Así como lo cuento, dejé de follar durante años por el miedo a mostrar mis muslos oscuros.

Dejé de follar durante años por el miedo a mostrar mis muslos oscuros y así lo superé

No soy capaz de precisar cuándo ocurrió exactamente. Sé que tuvo que ser un proceso gradual, sin embargo, para mí fue como levantarme un día con la entrepierna normal, y, al siguiente, darme cuenta de que la piel de las ingles se me había oscurecido diez tonos.

En cuestión de meses la zona afectada fue expandiéndose y mi nuevo complejo creciendo en consecuencia.

Por aquel entonces no tenía pareja y, pese a que nunca he tenido problemas en tener sexo casual, dejé de hacerlo.

Me daba muchísima vergüenza. La zona tenía no solo un color mucho más oscuro, sino que tenía irregularidades y también era diferente al tacto. ¿Y si me liaba con un chico y al verlo se le cortaba todo el rollo? Me moría.

 

Dejé de acostarme con tíos a los que acababa de conocer, pero también dejé de hacerlo cuando los conocía a fondo y me hacían tilín. No me permitía ni tener la posibilidad de rechazar el sexo. Básicamente porque no quería verme en ese punto.

Y pasaron los años.

Y me cansé de ese voto de castidad autoimpuesto.

Los tratamientos, las cremas e incluso unas pastillas que me había dado el médico, no solucionaron el problema, así que solo me quedaba asumirlo y superarlo. Fácil de decir, no tanto de llevar a cabo.

Pero yo quería volver a disfrutar del sexo.

Dejé de follar durante años por el miedo a mostrar mis muslos oscuros y así lo superé
Foto de Ron Lach en Pexels

Por lo que recuperé mi vida sexual… a medias. Me esforzaba todo lo que podía y más en hacerlo solo en ciertas condiciones: Sin apenas tocamientos, sin luz o de formas en las que no me tuviera que llegar a desnudar por completo.

Lo cual, de alguna manera me iba valiendo. Más o menos.

Entonces, un buen día, se me metió entre ceja y ceja un chico. Era muy mono y muy agradable. Quizá demasiado para una chica como yo, me susurraban mis inseguridades. Fue por eso que tardé en darme cuenta de que me metía fichas.

Y, bueno, os ahorro los detalles del tonteo previo, porque sí, me acosté con él.

Fue un polvo rápido contra la pared, para el que solo tuve que levantarme el vestido y que puntué con un 8/10 en mi escala personal.

El chico lo había dado todo. Yo había estado cohibida y muy preocupada de que no se me viera el asunto. Al contrario que él, que se había quitado la camisa en el minuto 1 y el resto de la ropa en el 2.

¿Y sabéis cuál fue el detalle que marcó un antes y un después en mis relaciones?

Las estrías.

Las estrías que tenía este chico en la cara interna de los brazos y en la zona de los riñones.

Me habían pasado desapercibidas la primera vez. Tenía muchas y algunas eran mucho más evidentes, pero, en el fragor de la batalla, no las había visto. Lo cual me hizo pensar que, de haberme desnudado, quizá él tampoco se hubiera fijado en la coloración de mis muslos.

 

Me fijé en sus estrías cuando nos acostamos por segunda vez, mientras se iba quitando prendas con la misma prisa que en la primera. Las vi y seguí a lo mío de la misma manera en que vi un lunar rojo que tenía debajo de un pezón y que tampoco me detuvo.

Me sentí sumamente idiota al darme cuenta de que cuando me estaba enrollando con alguien no veía estrías, ni manchas de pigmentación ni nada similar. Además de que, en caso de reparar en ese tipo de cosas, me daban exactamente igual.

Dejé de follar durante años por el miedo a mostrar mis muslos oscuros y así lo superé
Foto de laura Tancredi en Pexels

Y si eso era lo que me pasaba a mí, tenía bastante sentido que a los demás le ocurriera lo mismo. ¿No?

Decidí que sí.

Me dejé de gilipolleces y volví a follar desnuda, vestida, sin luz, con ella, con un ratito de sexo oral previo (¡cómo lo echaba de menos!), un aquí te pillo-aquí te mato y/o como a mí y a mi pareja del momento nos diera la real gana.

Hasta ahora nadie se ha quejado de la piel de mis muslos e ingles ni nadie ha sufrido un gatillazo cuando se ha metido entre mis piernas oscurecidas.

En cualquier caso, llegada a este punto, si a alguien le supone un problema, que le den por donde amargan los pepinos.

 

Anónimo

 

Envíanos tus experiencias a [email protected]

 

 

Imagen destacada de Cliff Booth en Pexels