Y lo cuento para que no os pase.

Una tarde de lunes cualquiera, estando en casa, mi pareja viene a leerme un mensaje de su padre:

Quiere mi padre que le envíe un Bizum de 300 euros, mira lo que me pone.

Leo el chat de WhatsApp, lo miro con resignación y me limito a observar el envío de dinero.

El hombre es repartidor y padece un despiste crónico. Cada dos por tres hay que salir en su auxilio porque se le ha olvidado el móvil en cualquier sitio o se ha quedado tirado en una carretera. Aquel día, según contaba, había tenido que acudir con urgencia a un taller de reparación para que le arreglaran la furgoneta. El del taller no lo conocía, así que no podía fiar, el TPV no funcionaba, no llevaba suficiente en metálico y tampoco podía hacer Bizum porque no tiene la aplicación. Así que pidió a mi pareja, su hijo, que le hiciera el favor de enviarle el importe y que ya su jefe se lo devolvería más tarde. En cuanto lograra contactar con él, porque no le cogía el teléfono.

Todo encajaba: lo de que se hubiera quedado tirado, lo del taller, lo de que no tiene la app de Bizum y lo de que su jefe no le cogiera el teléfono. Así que el buen hijo sale al auxilio de su padre, como haría cualquiera, sin sospechar.

Al rato llama su madre preguntándole si podía enviarle a ella misma otro Bizum de 300 euros.

—¿Para qué? —pregunta su hijo.

—Para tu padre, que se ha quedado tirado y, como no tiene Bizum, lo tengo que hacer yo y la app no me deja porque he llegado al límite.

—Pero si yo ya le he enviado 300 euros.

—¿En serio? Espérate, lo voy a llamar.

A las tres horas llama su madre llorando y le dice que no atienda más peticiones de dinero de su padre. Por lo visto, el hombre se había dejado el móvil en algún sitio y cualquier delincuente común al acecho se lo había birlado. Había podido ver quién era el propietario y a qué se dedicaba. Lo tuvo fácil porque, con el despiste crónico que arrastra mi suegro, tampoco lleva patrón o contraseña de bloqueo. Que se le olvida, dice. Así que el caco solo tuvo que buscar parentescos en la agenda o revisar las últimas conversaciones, enviar un par de mensajes que medio cuadraran y recibir el dinero.

Desazón

Se siente una mal cuando le pasan cosas así. No deja de hacer preguntas, pero ya a posteriori.

¿Por qué no nos dio por llamar para preguntarle qué le pasaba exactamente?

¿Por qué no sospechamos de su manera de escribir?

¿Por qué, con todas las estafas que se producen a diario, no hubo nada que nos hiciera sospechar?

O, mejor dicho: ¿por qué no le dedicamos suficiente atención a las sospechas? El ladrón escribió: “Bizum no me va” y no “Bizum no tengo”, que hubiera sido lo más adecuado.

Pesó más la voluntad de querer socorrer a un ser querido que, supuestamente, estaba en apuros. No es nuestra culpa ni la de nadie que ha sufrido algo similar. No son descuidos, es que hay mucho desaprensivo suelto aprovechándose de la buena voluntad de la gente.

Pusimos la denuncia de rigor en el cuartel de la Guardia Civil. La persona que nos atendió fue muy profesional y nos ayudó a adjuntar todas las pruebas posibles. El Bizum iba a nombre de una persona a la que yo supongo que le podrán seguir la pista, pero no conservamos esperanzas de recuperar el dinero.

Cabe mencionar que, días después, yo misma me encontré un teléfono tirado en un camino. Justo cuando lo cogí para inspeccionarlo, alguien llamaba, contesté y quedamos en un punto cercano para devolvérselo. Hice lo que hay que hacer, ni más ni menos. No necesitaba ni las gracias, pero lo digo. A ver si empezamos a presumir de buenas acciones y conseguimos que se pongan de moda.

Esse