Para poneros en contexto, debo empezar explicando que mi hermano, le llamaremos A, y yo nunca hemos tenido una relación cercana. Desde siempre, él y el resto de mi familia, incluyendo a mis padres, han sido de un corte más tradicional y, aunque intentaron inculcármelo desde que era pequeño, yo no acabé creciendo así. De toda la vida a mi familia le había molestado que saliera con gente a los que ellos llamaban “con pintas”, refiriéndose a mis amigos alternativos y quizá algo punk. Me hacían comentarios sobre ello a menudo, pero sin duda, el peor era mi hermano. A es el típico hombre clásico al que le gustan las cosas hechas como se han hecho toda la vida, a pesar de lo joven que es. Por eso, que yo saliera con gente que vestía con esas pintas y tuvieran un estilo de vida quizá un poco distinto la parecía fatal. Siempre le importó mucho más el qué dirán que mi felicidad, por ejemplo. Este acoso y derribo duró toda mi adolescencia y principio de mi juventud, hasta que A se casó con su novia de toda la vida, una chica clásica y tradicional como él, y se fueron a vivir juntos, quedándome a mi solo en casa con mis padres. 

A se instaló con su mujer en una casa no muy cercana a la nuestra, en la misma ciudad pero no demasiado cerca. No tardaron en tener hijos y todo les iba de maravilla, pero, por supuesto, cuando venían a comer los domingos no podían faltar los comentarios sobre mis amigos, mi pelo, mi ropa o mis gustos musicales. Yo, ya harto de discutir, simplemente me callaba y aguantaba las charlas que me caían, de las que mis padres pocas veces me defendían. 

Una noche a mi madre le despertó una llamada de la mujer de mi hermano a las tantas de la madrugada: mi hermano estaba en el hospital. Mi cuñada no sabía nada, solo que se le había llevado la ambulancia por algo de una alergia. Según nos dijo, mi hermano no estaba en casa esa noche y lo que sea le había pasado estando por ahí. Ni mis padres ni yo podíamos explicarnos qué hacia mi hermano fuera de casa, él solo a esas horas de la madrugada, pero mi cuñada parecía tranquila. 

Nos vestimos y nos fuimos al hospital corriendo y al llegar mi hermano estaba en una camilla con la piel completamente roja y llena de pequeñas marquitas. La situación ya olía raro, así que creo que A asumió que no podía hacer otra cosa que contar la verdad. 

Resulta que mi hermano, el hombre tradicional y clásico, tenía un gusto secreto por el BDSM. Había intentado meter a mi cuñada en ese mundo, pero ella tenía la mente demasiado cerrada como para participar. Así que, habían llegado a un acuerdo: mi hermano podía suplir sus necesidades de ese tipo cada cierto tiempo con alguien fuera del matrimonio. No llevaba mucho tiempo haciéndolo, así que fue esa noche cuando la otra persona utilizó un traje de látex para el encuentro y fue entonces cuando mi hermano descubrió su alergia. 

En mi ignorancia supongo que no lo sabría de antes porque, como eran tan tradicionales y eso, no habían usado nunca condones, pero no lo sé. Nadie de mi familia preguntó más  ni comentó nada. Ni que decir tiene que después del descubrimiento de su vida secreta, mi hermano no volvió a comentar nada sobre mis amigos, mis pintas o mis gustos. A día de hoy me da cierta pena, pensar que se metía conmigo porque quizá proyectaba sus propias inseguridades sobre mí.

Anónimo

 

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