Cuando mi señor suegro se jubiló se dio cuenta de una cosa se aburría como una ostra en casa. Así que empezó a buscar los hobbies más locos que os podáis imaginar para un señor de 66 años, desde escalada a clases de chino.

Hay que decir que físicamente está en buena forma y su cuerpo se lo permitía. Pero no era capaz de comprometerse con uno y sus cambios continuos estaban haciendo que mi suegra perdiese la cabeza. Así que se puso muy contenta cuando se interesó por la micología (lo que viene siendo recoger setas de toda la vida de dios).

Comenzó a hacer salidas con un grupo de gente especialista en el tema y a traer algunas setas a casa. La verdad que él parecía muy entretenido así que todos estábamos contentos de verle disfrutar después de tantos años, hasta empezó a leer libros sobre tipos de setas y demás.

Pasaron los meses y celebramos un cumpleaños en la familia con una gran comida en casa de mis suegros. Como suele suceder en estos saraos al final se hizo más comida de la necesaria. Estaba toda colocadita en una mesa larga, había lasaña, cordero, ensaladilla etc. La idea era que la gente se sirviese en plan buffet y luego saliese al jardín a comer. 

Entre toda la comida también había un plato de setas a la plancha con bastante buena pinta. Como además las había cogido mi suegro todo el mundo le hizo la pelota sirviéndose unas pocas, yo incluida.

Tengo que reconocer que las setas me sabían un poco rarunas, pero pensé que sería el ajo o que yo estaba terminando de recuperarme de un catarro y no tenia mucho olfato. Dos minutos después sentí un retortijón que casi me deja en el sitio y salí disimuladamente al baño. No voy a ser fina, me dio tal diarrea que me sentí como un campesino de la Edad Media a punto de morir de disentería. Cuando conseguí recomponerme y ventilar el baño volví a bajar al jardín, aunque seguía encontrándome regular.

Con los ojos nublados empecé a fijarme en que varias personas comenzaron a ausentarse también de la mesa. No fue hasta que mi hermana dijo que se iba de la comida porque se encontraba mal que nos dimos cuenta de que aquello era algo generalizado.

Ahí ya cundió la histeria colectiva por ver que alimento de la mesa de trescientosmil platos estaba en mal estado. Entonces fue cuando mi suegro en un ataque de culpa reconoció que había recogido las setas por su cuenta porque había discutido con uno de los compañeros del grupo. Todo el mundo entró en pánico, mi cuñado y mi marido intentaban descubrir que tipo de seta era, mi suegra corría de un baño a otro para asegurarse de que todos estaban bien. Mientras tanto, yo sentía que me deshidrataba por segundos y me acerqué a urgencias acompañada por mi sobrina. Fue el trayecto más largo de mi vida os lo prometo, y eso que solo son dos minutos andando. Cuando llegué, me pusieron suero y comencé a sentirme mejor. Tras contar la historia en urgencias y que el médico se quedasr en shock llegaron los resultados de mis análisis.

Por suerte las setas que habíamos comido no eran venenosas, pero tampoco comestibles, así que sólo nos quedaba hidratarnos mucho y pasar la intoxicación.

Después de que mi suegro nos arruinase la flora intestinal a todos se acabaron las setas en esta familia. A partir de ahora si quiere tener una afición va a tener que volver a las clases de chino.

Barby