¡Ay, madre! ¿Sabéis esos momentos en los que te das cuenta de que tu vida es un auténtico dramamá constante? Pues bien, yo tuve uno de esos hace poco. Y no, no fue porque me encontré a mi ex en Tinder (que también pasó, pero esa es otra historia). Esta vez fue por mi hija, la luz de mis ojos, la niña de mamá con sus 11 añitos, que resulta que me estaba robando los tangas para llevarlos al colegio. 

Todo empezó un día que me di cuenta de que mis tangas empezaban a desaparecer. No es que tenga un armario como el de Kim Kardashian, pero vamos, que sé cuántos tengo y cuándo me falta alguno. Al principio pensé que se habían perdido en la lavadora, que ya sabemos todos que es el Triángulo de las Bermudas de la ropa interior. Pero cuando desapareció el quinto, ya supe que algo raro pasaba.

Así que, como buena detective que soy (gracias, Netflix), empecé a investigar. Y un día, mientras recogía la habitación de mi hija, ¡zas! Ahí estaban, mis tangas, en su cajón. Casi me da un patatús. Mi niña, mi pequeña, robándome la ropa interior. ¿Pero esto qué es?

Decidí hablar con ella y preguntarle por qué lo hacía. Primero lo negó, pero al decirle que los había encontrado en su cajón se puso roja como un tomate y me dijo que sus amigas llevaban semanas diciendo que las bragas eran de niñas y los tangas de mayores, y ella llevó un par para demostrar que ella también era toda una adulta. Que nunca se los puso, solo los llevó como prueba de su existencia.

Me quedé entre horrorizada y sorprendida. Le expliqué que esas cosas sería genial que me las cuente y que eso de que las mayores llevan tanga… ¡pues anda que no hay bragas de yaya en mis cajones! Bastantes más que tangas.

Y sí, también tuve que tener una charla con mi hija sobre la importancia de sentirse cómoda con lo que lleva puesto y no hacer cosas solo porque sus amigas lo hagan. Y aunque se avergonzó un poco, creo que aprendió la lección. Y yo también. Porque ser madre es eso, aprender y crecer junto a tus hijos, incluso cuando te roban los tangas.

Anónimo

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