Dramamá: He pillado a mi hija vendándose las tetas

 

Me pasé media adolescencia rezando a todos los dioses que conocía, pidiéndoles que me crecieran las tetas. Quería que me viniera la regla de una vez, a ver si con eso mi cuerpo pillaba la indirecta, dejaba la infancia atrás y me proporcionaba unas curvas que se resistían a aparecer.

La regla me vino a los dieciséis, las tetas aún las estoy esperando. Con 41 años mis pechos caben los dos dentro de una mano pequeña, tengo el culo carpeta y suelo llevar ropa de la sección de niña.

Sin embargo, tengo una hija que ha heredado de mí poco más que la mala leche mañanera. Porque lo viene siendo el físico, lo ha sacado todo de su familia paterna. El parecido no se reduce al color de pelo, de ojos o la longitud de las piernas. Dentro de la herencia genética que le ha tocado, le ha venido un regalito con el que yo no contaba.

Justo al contrario de lo que me pasó a mí, mi hija ha empezado a desarrollar superpronto.

Dramamá: He pillado a mi hija vendándose las tetas
Foto de Tirachard Kumtanom en Pexels

Siempre ha sido mucho más alta que las otras niñas de su edad, por lo que se ha tenido que acostumbrar a llamar la atención por ello. Pero es que, desde hace un tiempo, su cuerpo ha empezado a mostrar cambios que sus amigas de diez y once años están muy lejos de experimentar. Mi niña cumple los once el mes que viene, pero aparenta mucho más. Es tan alta como yo y ahí se terminan las similitudes conmigo. Ha crecido a lo alto, pero también a lo ancho. Sus formas se han redondeado y se le han desarrollado los pechos. Si no la conociera, yo misma pensaría que tiene al menos catorce o quince años. No me preocupé cuando vi los cambios que se operaban en su cuerpo porque con ella siempre ha sido así. Siempre ha destacado entre sus compañeros.

 

Dramamá: He pillado a mi hija vendándose las tetas

 

Por tanto, creía que ella lo estaría llevando relativamente bien. Hasta que entré en su habitación para meterle prisa, porque iba a llegar tarde al cole, y la pillé vendándose las tetas. Y casi no fui capaz de hablar con ella, porque me quise morir de la pena que me da mi niña. Porque es solo una niña cuyo cuerpo crece a un ritmo superior al de su mente. Por eso ha empezado a esconder sus formas con vendas apretadas y ropa holgada. Porque es la única de su clase que está cambiando. Lo pasa mal cuando se tiene que duchar después de la clase de gimnasia y este curso no ha querido ir a piscina. Y ahora, encima, siente que no es suficiente con evitar desnudarse o ponerse en bañador.

La ropa por sí sola ya no tapa lo que ella no quiere que se vea. Lo que la hace diferente de todas las otras niñas con las que se relaciona.

Sé que esto no durará mucho, tarde o temprano el desarrollo de sus compañeras se irá equiparando con el suyo. Aunque siento que tendré que empezar a rezar de nuevo. No para que le encojan o le crezcan las tetas ni otra parte de su cuerpo. Sino para que ella se acepte, sea como sea su físico, y consiga estar feliz y en paz consigo misma. Algo mucho más fácil de hacer a mi edad que a la suya. Y ni siquiera a la mía es sencillo.

Al final llegó tarde al cole, pero espero que al menos lo hiciera con su autoestima un pelín más saneada. O, por lo menos, en un proceso del que seguiré pendiente.

 

Anónimo

 

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