Mi hija es un amor.

Es cariñosa, simpática, graciosa, generosa y superdulce.

Se me cae la baba con ella… Prácticamente todo el tiempo, porque últimamente ha cogido una costumbre, manía, llámale X, que me repatea las tripas.

No sé cómo empezó ni cuál fue el detonante, pero es una movida, y chunga, porque mi hija… enseña el chocho allá donde va.

Lo estoy escribiendo y me estoy poniendo roja, imaginaos el apuro que paso cada vez que le da por ahí en cualquier lado. Sin importar si estamos en casa, en la escuela infantil, en la calle, en un lugar público o en medio del monte.

La primera vez que hizo tal cosa (que tengamos conocimiento) fue en el parque, con mis suegros.

Me lo contó la abuela, mega escandalizada, cuando la fui a recoger.

Por lo visto se había deslizado por el tobogán, puesto a la cola del columpio y, mientras esperaba, se bajó el pantalón y las bragas en un solo movimiento y se puso a darse palmitas sobre el pubis.

Lo confieso, imaginar la escena tal y como me la narraba mi suegra con tanta indignación y aspaviento, me hizo mucha gracia.

Pero solo unos días después se me despelotó de cintura para abajo cuando la llevaba dentro del carro del carro del Lidl. Yo le había dado la espalda para mirar unas cosas cuando le escuché decir ‘mira, zeñora, tengo una cuca’.

Me giré y lo primero que vi fue la cara de circunstancias de la pobre ‘zeñora’. Le sonreí nerviosa y me apresuré a tapar la cuca de mi enana.

Me convencí de que se quedaría en un par de episodios aislados y evité pensar más en ello.

Hasta que me llamaron de la escuela infantil para ponerme al corriente de que la niña se les despelota a diario, normalmente aprovechando uno de los rutinarios viajes al váter para hacer pipí. Y se pasea por el aula llamando la atención de todo el que se cruza para hacerle saber que tiene vulva.

Desde el episodio del parque con mis suegros no ha dejado de aumentar la frecuencia de sus despelotes. En la escuela han optado por normalizar su comportamiento (dicen que seguro que es una fase), y yo empiezo a estar preocupada de veras porque casi no hay día en que no tengamos operación ‘Liberad la cuca’.

Su padre está de acuerdo con las educadoras y cree firmemente que, cuando menos lo esperemos, dejará de hacerlo, sin más. Quiero pensar que será así, porque en la guardería se le conceden actitudes que dudo mucho que pueda tener cuando empiece en el cole de mayores el próximo curso.

Por el momento me paso todo el tiempo que estoy con ella fuera de casa pendiente de cada uno de sus movimientos, ya que he descubierto que, si la pillo justo cuando se va a quitar la ropa y le hago una monería, un cariñito o me pongo a jugar con ella, se le olvida lo que iba a hacer y tenemos la fiesta en paz.

A ver si hay suerte y el tema se queda en una anécdota que contar a sus amigos cuando sea adolescente.

 

Anónimo

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