Dramamá: Mi hijo me pidió ayuda para su cita de San Valentín y la cagué un poquitín

 

Juro por lo más sagrado que no lo hice con ninguna intención, que a mí esta chica me gusta y que lo último que quería era meter a mi hijo en semejante follón.

De verdad que, por más vueltas que le doy, no sé cómo coño se me pudo ir tanto la olla. O la manga pastelera, en este caso. Quiero pensar que fue culpa del estrés, de que la edad no perdona, mi cabeza no es la que era y de las prisas. Seguro que la culpa es de las prisas, que voy siempre corriendo para todos lados y no debía de estar muy centrada yo ese día.

Porque yo no quiero echar balones fuera, pero hubiera sido un detalle que me hubiera avisado con más tiempo y no a última hora como siempre. Tal vez de haber podido hacerlo con más calma, no recordaría de la misma manera aquel día que mi hijo me pidió ayuda para su cita de San Valentín y yo la cagué un poquitín…

Resulta que el chaval, con sus veinte años cumplidos y los dos últimos cursos viviendo en un piso de estudiantes, lo más elaborado que podía cocinar era pasta con atún y tomate. Y no por negligencia de su padre o mía, que mira que hemos intentado enseñarle desde pequeñito. Sino porque le encanta comer, pero no tiene ningún tipo de interés en mejorar sus habilidades culinarias. Pues con eso y todo, se le ocurrió decirle a la chica con la que estaba empezando a salir, que para San Valentín le iba a preparar una cita especial. Y que cocinaría para ella y todo. Vamos, que ella expresó sus dudas de que no tuvieran que acabar pidiendo una pizza y él se ofendió y se vino arriba sembrando expectativas en la muchacha.

Y, claro, luego se cagó todo y me vino a pedir que le ayudara a cumplirlas.

 

Dramamá: Mi hijo me pidió ayuda para su cita de San Valentín y la cagué un poquitín

 

Total, que preparé algo que quedara resultón y creíble al mismo tiempo y a lo que él pudiera darle los últimos toques para que no supiese a recalentado. Lo cual me llevó lo mío idear. Pero es que, además, mi hijo se había comprometido a ofrecerle un postre elaborado también por él mismo. Así que ahí que me tuve que poner a hacer una pequeña tarta de galleta y chocolate. Que aunque más fácil no puede ser, el chaval me la estaba liando tan parda con el flanín, que al final lo saqué de la cocina y la terminé yo. Ya metida en faena decidí decorarla un poquito y darle un toque Sanvalentinero. Maldita la hora…

Por lo que me contó mi hijo, todo fue bien con los entrantes y con el plato principal. El problema vino cuando sirvió la dichosa tarta. Está mal que yo lo diga, pero estaba muy buena y había quedado muy bonita y bien presentada.

Lo malo… lo malo era que, rodeada de corazoncitos y con una letra muy mona, me había dado por escribir: ‘Feliz San Valentín Carlota’.

Y la chica se llamaba, y se sigue llamando, Claudia. Un detallito casi sin importancia que le dio un fin de fiesta a la cita ligeramente diferente del que mi hijo había esperado.

 

Dramamá: Mi hijo me pidió ayuda para su cita de San Valentín y la cagué un poquitín

 

Al final tuvo que confesar que no había hecho más que poner la mesa, pero reconociendo que había sido su madre la que la había cagado con el nombre, consiguió que la chica no lo mandara a paseo. De hecho, siguen juntos.

Y ya se ha acostumbrado a que mi marido y yo la llamemos Carlota.

 

Nuria

 

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