Sabía yo que un bonito San Valentín de 2021 escondía alguna tragedia. Llevaba un tiempo tonteando muy mucho con un tío del curro y habíamos quedado ya unas 4 o 5 veces sin que pasara nada. La verdad que no me importaba, porque yo soy bastante “de la vieja escuela”, “mojigata”, “recatada” o como le guste más llamarlo a cada uno y me gusta lo de ir despacito en las relaciones. Así que todas esas semanas él me dejaba notitas en la mesa, yo le llevaba en moto hasta casa y para mí realmente estábamos empezando una relación porque hablábamos mucho y nos íbamos conociendo todo lo que las medidas COVID nos permitían.

Me propuso tener una cita especial en San Valentín y yo me imaginé la típica escena de los pétalos, los peluches cutres de ositos y globos por la casa. Qué fantasía. Mi respuesta fue un sí rotundo. Además de toda la moñería romántica tenía muchas ganas de acostarme con él de una vez porque casi 3 meses de tonteo dan para mucho sexting y guarrerías varias.

Le dije de quedar en mi casa porque vivo sola y podríamos estar tranquilos así que preparé el ambiente con velitas e incienso y puse una playlist de Spotify que se llama “Sex Songs 2021” que hacía todavía más evidente mis ganas de follar.

El muchacho llegó y nos pusimos a cenar. Trajo vino, unas flores secas súper bonitas (las flores secas son mis favoritas, las uso para decorar la casa jeje) y todo parecía ir genial. Al terminar de cenar nos habíamos pimplado botella y media de un tinto peleón pero no dudé en sentarme encima suyo y empezar a besarle para acabar en mi habitación.

Para allá que nos fuimos y ya vi que el tío no daba pie con bola ni para desnudarse. Le quité yo la ropa para ir más rápido y empezamos a liarnos. Cuál es mi sorpresa cuando bajo dispuesta a comerle el asunto y veo que al tío no se le ha movido ni un poquito. Vamos, que no se le puso dura. Me pidió perdón, que era por el vino (no me sorprendía) y me dijo de empezar él conmigo para que no se me fuera a mí el calentón.

Menudo desastre, amigas. Era de los que tocaba el clítoris como el mismísimo timbre de casa de su abuela y yo, ni con la chispera que llevaba encima, era capaz de soportar el momento. Le empecé a mover yo la manita, a decirle “más flojo”, “más suave” con voz sensual para ver si pillaba la indirecta y al final le mandé a comérmelo a ver si con la lengua teníamos más suerte. Pero no. La lengua tenía incorporada de manera permanente el movimiento centrifugado a 2400 revoluciones, más potente que el turbo de mi batidora.

Honestamente, por un lado me reía del desastre absoluto y por otro me daba rabia porque ¿y si eso no era fruto de la borrachera? Quizás sus dotes en la cama fueran bastante parecidas a las que estaba demostrando en ese momento y eso sí que no tenía remedio.

Le dije que mejor paráramos, se fuera cada uno a su casita y ya para la próxima tomábamos mejor un Bitter Kas. Se fue bastante avergonzado y pedo, le llamé a un taxi y me avisó cuando llegó a su casa. Desde entonces en el trabajo la cosa es algo distinta, ya no nos dejamos tantas notitas ni nos acompañamos siempre a casa pero por mi parte tengo curiosidad por saber si realmente lo que pasó fue fruto del vino, que ya os avancé que era peleón, o no.

¿Qué creéis que debería hacer? ¿Vuelvo a quedar con él o la destreza en la cama no empeora con el alcohol?

 

Anónimo

 

Envía tus follodramas a [email protected]