Los años han pasado, mi niño ya está lejos de ser un bebé de alta demanda y ahora es simplemente un mocoso de cuarto de primaria al que no le mola mucho eso de hacer deberes y estudiar, pero que, por lo demás, es un amor.
Hace ya tiempo que duermo cada noche del tirón.
Que no me paso el día corriendo detrás de él.
Que no vivo en una crispación constante.
Sin embargo, hay muy pocas cosas que eche de menos de aquella época.
Obviamente, la recuerdo con cariño, pero no volvería atrás.
No obstante, todas las fases tienen su aquel, sus ventajas y sus inconvenientes.
Y en mi familia íbamos bastante bien, pero ahora mismo estamos lidiando con cierto problemilla:
Mi hijo se niega a ducharse.
Resulta irónico porque la hora del baño es una de las pocas cosas que echo de menos de cuando mi pequeño era un bebé.
Yo solía llegar más tarde que su padre a casa y el ratito del baño era ‘nuestro momento’.
A él también le encantaba.
De bebé se quedaba tan panchito después de bañarse que, a veces, se dormía sin siquiera cenar.
Y cuando empezó a chapotear y a jugar con sus barquitos y otros muñecos, se lo pasaba pipa.
Pero bueno, lo del bañito relajante no es para toda la vida.
Con cinco años, más o menos, empezó a ducharse él solo. Lo cual también le producía gran satisfacción, porque es un hito importante en la independencia de las personitas de corta edad.
El caso es que ha debido de aburrirse, o ya no le hace ilusión o algo y, de un tiempo a esta parte, le tengo que obligar a bañarse.
Empezó con el típico ‘¿Otra vez? Ya me bañé ayer’, cuando le decía que fuese a ducharse.
No siempre, al principio solo si en ese instante estaba jugando o viendo algo en la tele, por ejemplo.
Pero ha ido empeorando y sus reticencias aumentando y volviéndose más vehementes.
Tanto es así que una tarde decidí probar a no obligarle.
No funcionó, para nada.
Al quinto día tuve que decirle que, o se duchaba él, o se duchaba la Play.
Es que parece que saliera por la alcachofa ácido sulfúrico, madre mía.
Si hasta le he cortado el pelo más cortito para que le sea más fácil lavárselo, pero nada, no hay manera.
Que no quiere ducharse y que no quiere ducharse.
No le pasa nada. No le quema, no está fría.
Tampoco se reproduce como los Gremlins al contacto con el agua.
Total, que, al margen de que ya me tiene frita con la peleíta diaria, estoy empezando a preocuparme.
Porque no entiendo qué motivo puede haber detrás, porque si es una cuestión de pereza, menuda tela, y porque está a un par de pasos de la adolescencia…
Y no quiero ni pensar en lo que puede ser un adolescente con duchofobia.
Me dan escalofríos.
Así que espero que se le pase pronto.
Anónimo
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