Una sorpresa inesperada…

Las piernas me temblaban sin parar. Miraba el reloj cada dos minutos. “Ya llevamos más de 20 minutos de retraso”. Su mano se deslizaba por mi espalda calmándome y sus labios me besaban que “todo saldría bien”.

Pero como iba a salir bien, ¡cómo!

No hacía ni 6 horas que me había visto ahí, sentada en el retrete, con las bragas en los tobillos, mirando con cara de boba las dos barritas rosas que anunciaban lo que mis tetas enormes y los 15 días de retraso predecían: estaba embarazada.

«Pero cómo ha podido pasar, ¡si tomamos precauciones…!»

 

 

Miró el monitor y sonriendo me dijo:

– Aquí se ve el embrión, ¿queréis verlo?

-No, mejor no. – Noté la presión de su mano en la mía.

Sentada al otro lado de la mesa cogió un bolígrafo y empezó a escribir.

-Estas son vuestras opciones…

 

De camino a casa, las lágrimas rebosaban de mis párpados. «Barajemos todas las posibilidades y ya decidimos, es muy pronto, hay tiempo». Su mano soltó el volante y me cogió la mano.

 

 

Tenía amor, tenía un hogar  y ya tenía edad para ser madre. No le hubiera faltado de nada, en la familia todos hubieran saltado de alegría, pero yo no sabía si quería empezar ese proyecto de vida.

Qué extraña sensación, en mi interior empezaba un campeonato de lucha libre entre el deseo de dejar ese estado y la sensación emocionante de estar dividiéndose millones de células nuestras en mi interior.

Los dedos de mi mano sumaban los ocho meses que quedaban. Noviembre. Lo vi desvistiéndose, con el pensamiento en otra parte, quizás, dentro de mi útero. Dejó la camisa sobre la cama. Su espalda vestía una piel morena, fina, suave, con esa manchita de nacimiento al final de la espalda, y ese lunar en el hombro izquierdo. Me acerqué y le rodeé con mis brazos y piernas. “Me gustaría que tuviera tu piel”. Se giró y apartó las lágrimas que volvían a asomar “Y a mi tus ojos, pero si seguimos que sea porque queremos y estamos preparados, pequeña”. Esta vez sus labios me besaron  un te quiero.

 

Y en cada combate siempre la misma victoria, siempre el mismo ganador. No quiero ser madre. No, aún no.

 

Desperté y miré por la ventana. Un sol radiante de principio de primavera calentaba las sábanas de mi cama. Acaricié mi vientre vacío.

Lo siento.

♠♠♠

 

…Y una decisión difícil

Estamos en un momento político en el que partidos conservadores se plantean endurecer (incluso derogar) la ley del aborto, poner trabas y entorpecimientos para dificultar el hecho de elegir si ser padres o no. En fin, retroceder en derechos por los que tanto lucharon nuestras madres y abuelas.

 

 

Las mujeres que, en algún momento de nuestras vidas, tomamos la decisión de interrumpir el embarazo, no lo hacemos por gusto, ni por diversión, ni por qué nos importe una mierda lo que estamos gestando, pero ser padres requiere formar a una persona, inculcar unos valores, de respeto, de convivencia, de integración en la sociedad. Educar y formar para que el día de mañana sea alguien noble, bueno(a), trabajador(a), respetuoso(a), tolerante… Ser padres supone una responsabilidad enorme y por millones de circunstancias una mujer o una pareja deben poder decidir libremente si quieren serlo.

Es una decisión difícil que, en algunos casos, habrá sido muy meditada y razonada, en otros casos, habrá sido por circunstancias casi obligadas, en otras, porque no cabe otra opción…No hay que criminalizarles ni juzgarles porque cada caso es diferente, y porque nadie sabe lo que pasa dentro y fuera de una pareja o familia.

 

Anónimo

 

Si has o estás pasando por una situación similar, o has padecido un aborto espontáneo, te recomendamos leer el post de nuestra psicóloga Aida Vallés sobre  Imágenes de la superación de un aborto.

 

gifs: tenor