El bolso que chorreaba semen

Hubo un año que fui con una amiga a una fiesta en la playa por las hogueras de San Juan. Fue todo muy improvisado, mi amiga me dijo que me arreglara, que el chico que le gustaba la había invitado a ir y que llevara a quien quisiera, así que yo era su +1. Nos recogió en su coche y cuando llegamos a la playa había por lo menos 40 personas en la fiesta que, hasta el momento, nos la habían pintado como una cosa muy íntima y sencillita. 

fiesta

Empezamos a beber y a picar algo, al principio todo controlado, pero en cuanto anocheció la cosa se fue desbordando tal y como presentía: gente metiéndose en el agua con ropa, gente metiéndose en el agua totalmente desnuda, gente arrastrando a otra gente al agua… Y claro, teniendo en cuenta que no eran amigos míos y que tampoco era mi ambiente, yo estaba que no sabía dónde meterme. 

De hecho, me empecé a agobiar un poco, para empezar, porque la gente no solo consumía alcohol sino más cositas y se les estaba empezando a ir un poquito la cabeza. Además de no sentirme cómoda con aquello, tampoco me hacía especial ilusión ver a aquellos individuos alrededor del fuego. Simplemente, no me parecía muy seguro. De hecho, creo recordar que más de uno se quemó, y como era de esperar, lo solucionaron tirándolos al mar. 

Pero lo que de verdad me tenía preocupada era mi amiga, que se había arreglado y me había arrastrado a esa cutre fiesta poligonera-playera porque el tío que le gustaba le había dado a entender que a él también, pero en realidad estaba jugando con ella. No solo pasó de su culo, sino que se lió con varias tías delante de ella.

Dadas las circunstancias y temiendo que saliéramos de allí mojadas, drogadas o sin móvil, mi amiga y yo decidimos que lo mejor era salir de allí cagando leches. Problemas: estábamos en mitad de una playa a 10 kilómetros, o más, del pueblo más cercano. Intentamos llamar a un taxi, aunque tuviéramos que hipotecarnos para pagarlo, pero la línea estaba colapsada. Es algo frecuente en mi ciudad, llamas a un taxi y pueden tardar en llevártelo media hora o más, si es que te atienden al teléfono. 

el bolso

Frustradas y agotadas, echamos a andar hacia la parada del bus, por si aquel día tenían un servicio especial. Tengo que aclarar que esto ocurrió antes de los smartphones, así que no teníamos internet para mirar horarios. En vista del porvenir que teníamos, mi amiga llamó a su padre para que viniera a buscarnos. Mientras lo esperábamos, empezó a amanecer, y con los primeros rayos de luz me fijé en que el bolso de mi amiga estaba raro.

― ¿Tú llevas colonia en el bolso?

 ¿Yo de qué voy a llevar colonia?

― Tía el bolso te chorrea, mira. 

Lo tocó y, efectivamente, por una de las esquinas estaba mojado y ligeramente pringoso. Era un bolso de crochet típico playero, así que cualquier cosa que se hubiera desparramado dentro calaba toda la tela. Ayudé a mi amiga a vaciarlo cuidadosamente por si tenía algo roto o explotado, pero lo que encontramos fue peor de lo que imaginábamos: ¡Un condón usado y abierto!

Todo el semen se había desperdigado y todas sus cosas, la cartera, el maquillaje, las llaves, TODO estaba cubierto de semen de SABE DIOS QUIÉN. 

Limpiamos todo antes de que llegara el padre de mi amiga gracias a que me dio por echar en mi bolso toallitas húmedas. Como yo sí llevaba un mini frasquito de colonia la rocié a ella y al bolso para que no diera el cantazo, porque además de haberle pringado todo olía fuerte. Por suerte su padre no se dio cuenta y solo nos echó un poco la bronca por irnos las dos solas por la playa a esperarlo. Lo único bueno de aquello es que nos unió aún más a mi amiga y a mí. 

 

ELE MANDARINA