Esta mañana se me atragantó un poco el desayuno.
Culpa mía por ingerirlo mientras leo la prensa que, por cierto, pocas alegrías nos da últimamente.

Pero hoy había una noticia especialmente repulsiva.

El titular era el siguiente:

“Tres jueces de Perú absolvieron a un violador por las bragas rojas de la víctima”.

Así, como lo oyen.

Sus señorías argumentaban que las prendas íntimas de encaje y rojas (ya se sabe que es el color del demonio), se usan en momentos de intimidad y que eso claro, pues ya se sabe, es que “lo vas buscando”.

En la resolución que determinaba la absolución decía que, además del color de las bragas, el peritaje psicológico concluía que la víctima era “tímida”, y como ese tipo de prenda solo la usaría una mujer “atrevida”, ella “se había preparado”, o estaba “dispuesta a mantener relaciones sexuales con el imputado”.
El tema es que él las mantuvo con ella, mientras ella estaba inconsciente, por lo tanto muy dispuesta se ve que no podía estar.

La Oficina de Control de la Magistratura de Perú suspendió de forma preventiva tras un procedimiento disciplinario, por las protestas y manifestaciones que generó la sentencia, a los tres jueces que llevaban el caso, dos de los cuales, eran mujeres.

Nada más que añadir, señoría.

La noticia tiene tela.
De encaje, poca y roja, para más inri.

Porque cuando creemos que damos un pasito más, retrocedemos dos.

Se nos sigue juzgando por nuestra forma de vestir, por nuestra forma de actuar, y por nuestra forma de “salirnos del tiesto”, porque si lo hacemos, si nos creemos totalmente libres, es que “nos la estamos buscando”.

Estamos tan hartas del miedo…
Del miedo a la oscuridad, del miedo al callejón, del miedo a no llegar a casa.
Del miedo a llegar sin parte de nosotras.

Y parece mentira que tengamos que recordarlo, pero lo haremos las veces que haga falta:

Sí, puedo llevar la falda muy corta y tener la lengua muy larga, sin buscar que me la levantes y sin buscar que me calles.

Sí, puedo llevar un escote hasta el ombligo, sin buscar que me des tu opinión sobre él y sin buscar que descubras el color de mi sujetador.

Sí, puedo llevar los labios más rojos que la sangre que recorre mis venas, sin buscar tus repulsivos silbidos y sin buscar tus repugnantes miradas lascivas.

Sí, puedo llevar mis hombros descubiertos y mostrar el tatuaje que tanto adoro, sin buscar que los roces y sin buscar que los desnudes.

Sí, puedo llevar los vaqueros tan ajustados como para que me cueste respirar, sin buscar que mi culo sea tu objeto de deseo.

Sí, puedo llevar las botas con los tacones más altos, sin buscar captar tu atención y sin buscar abrir vedas cerradas para ti.

Sí, puedo llevar las bragas del color que me de la gana, sin buscar que me las quites.

Sí, puedo vestir y actuar como quiera, sin que eso sea un pase exclusivo a mi intimidad.

Y parece mentira que tengamos que recordarlo, pero lo haremos las veces que haga falta:

Si yo no consiento, tú no tienes derecho.

Marta Freire @martafreirescribe