“Lo que es real y lo que me he inventado yo”. El desamor en los tiempos del Covid19

Si hay algo tremendamente positivo que puedo sacar del hecho de haber alcanzado mi primer cuarto de vida —sí, me estoy refiriendo a los terribles 25, etapa vital, normalmente caracterizada por un complejo periodo de crisis, que tal vez da para comentar en otro post— es que ahora sí que puedo asegurar que soy capaz de analizar cualquier tipo de “pseudo-relación” o “tormento amoroso” con cierta perspectiva y madurez.

Y, como el periodo de confinamiento es un buen momento para reflexionar sobre muchas cosas y, a esta menda, una vez más, le acaban de dar calabazas, os voy a explicar qué es lo que he aprendido de mis fracasos amorosos y de los que me han descrito aquellas personas que pertenecen a mi círculo más cercano (¡benditas amistades, lo que se puede aprender de ellas!).

En primer lugar, conviene recordar que en el 90% de las relaciones uno de los miembros de la pareja está menos “pillado” o enamorado que el otro. Esto es así incluso cuando ha pasado el tiempo y la relación se ha afianzado.

Recuerdo que cuando empecé a salir con mi primer novio era él quien daba muestras de estar completamente enamorado mientras que yo iba avanzando por aquella relación con pies de plomo. ¿Resultado? Al cabo de 8 meses yo estaba bastante enamorada mientras a él se le estaba empezando a pasar eso que yo llamo la “euforia amorosa” (el subidón o encoñamiento, vamos, que el tío estaba arribísima). Es decir, que en cualquier relación los ritmos son distintos y es precisamente esa inestabilidad, ese desequilibro, lo que mantiene viva la relación. El propio Hegel en un pasaje de su Fenomenología del espíritu, conocido como la dialéctica del amo y el esclavo hace referencia a este hecho.

En segundo lugar, y es aquí donde cobra sentido el título de este artículo, debemos aprender a distinguir “Lo que es real y lo que me he inventado yo / Lo que he soñado/ Lo que ha pasado/Lo que es posible y lo que no”, como cantan La Bien Querida y Diego Ibañez en su maravillosa canción titulada ¿Qué? Chicas y chicos que me estáis leyendo, este es un principio que debemos tener muy en cuenta para no volver a cagarla en nuestras futuras relaciones o “rollitos de primavera”: la perspectiva que tú tienes puede ser completamente distinta de la que tiene él o ella.

Cuando conocemos a una persona nueva y llegamos a cierta fase de intimidad, nos quedamos a dormir en su casa —ya tenemos incluso el famoso cepillo de dientes en su baño—suele ser normal que él se comporte de una manera extremadamente cariñosa y lleguemos a creer que esa persona siente lo mismo que nosotras. Craso error. Este tipo de perfil de chico o comportamiento masculino es el que con mucho tino y mucha gracia mi querida hermana quiso bautizar como “el tío anfitrión”.

El tío anfitrión es ese que, en el calor del hogar, se muestra tierno, cariñoso, divertido, sensible y comprensivo y que te hace creer que entre vosotros dos hay verdadera química; los que creen que como “homo machicus” que son deben adoptar ese rol independientemente de que no estén enamorados ni sientan atracción por ti.

En este punto creo que a la gran mayoría de vosotras y vosotros —sí, por desgracia “el tío anfitrión” también es un espécimen que abunda en el universo gay y también quiero alertar a los chicos sobre su nocivo efecto— ya se le habrá venido a la mente aquella famosa frase: “los hombres dan amor a cambio de sexo mientras que las mujeres dan sexo a cambio de amor”.

Teniendo todo esto en cuenta, ¿qué es lo que podemos hacer para no volver a tropezar con la misma piedra? La próxima vez que volváis a conocer a un potencial ligue o futura pareja, tratad de poner un poco de cordura y sensatez a la situación y recordad que “en las cosas del querer” los ritmos de cada uno son diferentes y, nuestras percepciones, distintas. Analizad los hechos y no las palabras— ya que también existe otro perfil de “homo machicus”, el zalamero, ese que te come la oreja para enamorarte y después, darte la patada—.

Y, por favor, dejad de buscar en Google entradas del tipo “Cómo saber si le gustas” si lo estás buscando es porque tú misma tienes la corazonada (y, enhorabuena, porque estás en lo cierto) de que no le gustas. Suerte.

Carolina Terribilitá.