Se dice que los espacios reflejan el interior de las personas que lo habitan.  Os puedo decir que en mi caso se cumple la afirmación, pero no llegué a darme cuenta hasta que el minimalismo entró en mi vida sin ser buscado. Fue el maquillaje el que me llevó hasta allí.

El maquillaje e Instagram, porque fue en esta red donde comencé a ver el hashtag #projectpan El Project Pan se trata, a groso modo, de un movimiento o reto donde se pretende evitar la acumulación de maquillaje y las compras innecesarias, además de gastar concienzudamente lo que ya posees. Se pueden proponer retos semanales, mensuales o anuales. Asignarse una determinada paleta de sombras e ir rotando con otra favoreciendo el uso de todas, elegir una barra de labios concreta durante un tiempo, terminar por fin ese colorete de las Navidades de hace ocho años…Y celebrar con satisfacción cuando se consigue el “pan”, que es el momento en el que asoma el aluminio del envase por el desgaste del producto.

Cuando eché un ojo a todo el maquillaje que tenía acumulado en bolsas, cajas, maletines…flipé. Y fue ahí, entre lo que pudiera considerarse banal, entre tantos colores y texturas donde me conocí un poquito.

Descubrí que odiaba los labiales en paleta, que los iluminadores apenas los usaba, que me molaba el colorete terracota. Vi que me tiraba a las sombras verdes de cabeza, y que las que más gastaba eran las beige aunque de estás últimas tenía muy pocas. Me di cuenta de que me había comprado paletas enteras por un solo color, o porque el envase era cuquísimo, obviando que la calidad de las sombras era mojonera y los tonos casi iguales entre ellos. Regalé todo lo que no usaba y tiré todo lo que no estaba en buen estado.

Un espacio se abrió y respiré.

De ahí pasé al resto de la casa. Mis estantes estaban llenos de apuntes y libros de cursos, unos terminados, otros empezados y abandonados, otros de por si acaso…En mi armario se acumulaban los imposibles de “cuando adelgace” recordándome que tenía que cambiar para poder ponérmelos en el futuro.  Mi baño estaba lleno de cremas para prevenir, para quitar, para mejorar. En mi salón había rincones con muebles auxiliares que no guardaban nada más que el polvo y el desorden de cosas con las que no sabíamos que hacer. Entre mi novio y yo le dimos un meneo a toda la casa, y a nuestro estilo de vida. Conseguimos reducir el tiempo de limpieza del piso al tener que ordenar menos cosas y eso disminuyó mucho el estrés visual.

La gente me preguntaba en qué estaba metida últimamente ya que estaban acostumbrados a que siempre estuviese tanteando algún proyecto. Cuando decía que estábamos haciendo limpieza en casa se quedaban un poco a cuadros, pero yo no veía la necesidad de añadir nada más.

Alguna de las cosas que hice en mi proceso de minimalismo:

  • Reduje mi colección de maquillaje definiendo mis verdaderos intereses.
  • Gasté por primera vez una barra de labios.
  • Me quedé sólo con la ropa que me quedaba bien y me gustaba.
  • Me pasé a la copa menstrual.
  • Probé el champú y el desodorante sólido.
  • Comencé un huerto urbano en mi azotea.
  • Me corté el pelo muy corto a máquina.
  • Doné muchos libros a la biblioteca de mi ciudad.
  • Dejé de intentar llenar el tiempo que pasaba conmigo misma con cosas de fuera.
  • Descubrí que no hacer nada es relajante.
  • Sentí que al estar más en el “presente” tenía menos ansiedad.

 

Actualmente no me considero minimalista,  pero en su día sus principios me ayudaron a silenciar todo el ruido que a veces calla nuestra propia voz. Ya no busco llenar mis vacíos de forma desesperada con algo externo, ahora estoy aprendiendo a mirar dentro de ellos.

Para mí el minimalismo no es tener pocas cosas, sino rodearte de aquellas que verdaderamente te gustan y te hacen sentir bien. Cuando ordenas tu espacio externo también ordenas tu interior.