Recuerdo perfectamente mis momentos favoritos del año cuando era niña: los disfraces de carnaval que me hacía mi madre, la ilusión de la mañana de Reyes, el primer baño del verano en la playa, el día de Año Nuevo con mi hermano resacoso y por último, pero no menos importante, el primer día de invierno en el que salía a pasear y descubría con alegría que ya habían colocado los puestos de venta de castañas.

Por aquel entonces no costaban el pastizal que te cobran ahora, que sólo hace falta que vendas un riñón y tu primogénito para conseguir 6 míseras castañas. Eran baratas y estaban tan buenas como las que traían los vecinos de mi abuela del pueblo. Yo las pelaba y me las colocaba en la mano para calentarme, porque siempre he sido muy friolera. Mis favoritas eran las que estaban quemadas y se pelaban solas. Con el tiempo he seguido amando locamente las castañas y pongo la misma cara de ilusión que a los 10 años cuando llego de trabajar y veo que en la esquina de mi casa está el puesto de castañas.

Sin embargo, hay algo que todavía me gusta más que las castañas y es follar en invierno. A lo mejor influye que el termómetro marca ahora mismo una temperatura de 40 grados centígrados y que al apoyarme en la cornisa de la ventana me he quemado el brazo, pero el sexo con frío es mucho mejor. Ayer ni más ni menos lo pude comprobar.

Quedé con el tío más pibonaco del mundo y nada más entrar por mi puerta empezamos a comernos la boca. Fuimos a mi habitación y bueno, la cosa derivó en un polvazo. ¿Qué tiene esto de malo? Pues que se me subió un gemelo por la falta de hidratación (real que esto pasa), que estaba recién duchada y acabé con el pelo chorreando como la freidora de una churrería, que me sudaba hasta el culo, que olía a chotuno y que las sábanas recién lavadas estaban otra vez empapadas. Esto no pasa en diciembre, amigas.

En invierno el sexo es más cuco. Estáis viendo una peli tapaditos con la manta y de repente te mete mano. No necesitas ventiladores ni hostias. Al follar no se te resbala nada porque apenas hay sudor. El calor humano se agradece. Vamos, que el sexo es mejor.

Total, que mucho ir a la playa y mucho ponerse morena pero en el fondo yo lo que quiero es comprarme 12 castañas y que me follen como es debido sin que mi flequillo parezca el de Winona Ryder en Beetlejuice.