Existe una película protagonizada por Drew Barrimore que se llama «Nunca me han besado». Recuerdo cuando la vi por primera vez que pensé lo cómico que resultaba que, a ella, una mujer en sus veintes, no hubiera tenido su primer beso. Cuando la vi tenía doce años y pensaba, como tantas otras películas me hicieron pensar, que eso era TAN improbable. Y que para esa edad tendría cientos de relaciones amorosas, más y menos largas, pero todas con un montón de intensos morreos por el camino. Que equivocada estaba. Tardé muy poquito en convertir mi primer beso en el Santo Grial. Se convirtió en el Santo Beso. En seguida caí en el Síndrome del Nunca me han Besado.

Durante una gran parte de mi vida los besos fueron algo que no experimenté. Que no me pasaron ni de cerquita, ni por equivocación. Lo que conllevó que viviera albergando esperanzas de que llegara un amor romántico épico, peliculero; que trasnochara a diario ensoñándome con mis primeros labios; tatuándome cada año que pasaba sin “estrenarme” una letra nueva de la frase “nadie te va a querer nunca”; que se instalara en mí una amargura censora de mis deseos.

No era consciente de que estaba sumergiéndome en el Síndrome Nunca me han Besado.

Este post va dirigido a ti,  que no has experimentado nunca en primera persona un beso o que estuviste eternamente esperando un morreo. Un pico. Un beso de mejilla desviado a la comisura de tus labios por la lujuria. Va dirigido a ti que suspiras delante de cualquier comedia romántica, soltando un deseo de que te suceda pronto a ti. Está dedicado a tu miedo a que no sea todo perfecto, a que no sientas cosas inefables.

Va dirigido a ti que cargas con “tu primera vez” como si se tratara de la cura del hambre en el mundo. A ti porque tienes el síndrome también.

Durante todo el tiempo que lo padecí, imaginaba sin cesar el momento álgido en el que mi amante me agarraría de la cintura pero llego un punto que se convirtió en un “quienfuera” con el rostro borroso. Me obsesioné tanto por lo que no vivía, puse en un pedestal tan elevado lo que podría ser esa experiencia que dejó ser relevante todo lo demás: quien sería, como seria, qué sentiría. Quería que ocurriera. Solo anhelaba que me morrearan como solo en Hollywood saben hacerlo. Oía las historias de mis amigas, amigos con las personas que se habían liado pensando en como para ellas se había convertido en un trámite algo que, para mí, al mismo tiempo, se había convertido en un Santo Grial en toda regla.

Cuando miro atrás, pienso en cómo pude hacerme eso. Claro que viví las cosas a mi tiempo, a mi ritmo, pero me fastidia darme cuenta de que puse las expectativas, los juicios y los ideales por encima de mí.

No es que no viviera mi primer beso antes porque no estuviera preparada, fue porque lo convertí en algo inalcanzable. Algo que solo podría vivir si vivía dentro de una película, si venía mi príncipe azul, si yo era por fin de una determinada complexión física.

En definitiva, solo si la vida decidía que me lo merecía. QUE ME LO MERECÍA. Ahora, hoy, sin síndrome me doy cuenta de que siempre me lo merecí, desde que quise.

Los besos no significan más de lo que uno decida que signifiquen. No son un premio o una recompensa. Es una vivencia que está en nuestra mano atrevernos a vivirla. La intimidad no está reñida con lo pasajero, lo divertido o lo espontáneo. El deseo no tiene nada que ver con los cánones o los prejuicios.

El placer, el amor, la lujuria, el cariños, LOS BESOS nos hicieron creer que eran para unos pocos pero no es verdad.

Si tienes el síndrome del nunca te han besado, si lo vives como EL SANTO BESO, quiero decirte que lo hagas COSA TUYA. Que no sea porque vives de peli mental en peli mental, que no sea porque te exijas vivir algo digno de ser escrito por Jane Austen. Porque no creas merecerlo. Mereces deseo, mereces disfrute, mereces uno y ciento cincuenta mil besos. Cuando tú quieras, cuando tú te sientas preparada y con quien quieras. Pero solo eres tú quien debe decidir cómo y cuando vivirlo: ni una peli, ni una historia de un libro, ni tus amigas, ni lo que socialmente está de moda.

@tengoquenayque

Foto de portada de Ketut Subiyanto en Pexels