Soy fan, no lo puedo evitar, porque la fusión entre la comida y el mundo reality me enamoró desde la primera temporada y hasta ahora. ‘MasterChef’ me fascina, o al menos eso ocurría hasta la puesta en marcha de esta última edición. Mis esperanzas en contar con un gran casting o que el momento ‘paloma fenecida sobre lecho de verduras crudas’ pudiera repetirse me hicieron sentarme ante la pantalla incluso nerviosa. El primer programa, ese en el que nos muestran una parte de las pruebas de selección, no decepcionó aunque poco a poco pude olerme por dónde irían los tiros de esta temporada.

Aquí una que pretende ser siempre muy consecuente con sus ideales, no puedo dejar de atragantarme semana a semana cuando veo que desde el programa se ha abierto el grifo a buscar ansiosos una carpeta sea como sea. Y no digo yo que los concursantes no puedan ir a un reality y allí enamorarse perdidamente, que todas aquí sabemos que el roce hace el cariño, pero no exagero cuando digo que hay pruebas en las que parecen querer sacar el tema de los líos entre ellos incluso cuando aquello no viene  en absoluto al caso.

Tenemos a Dani, al que han decidido apodar ‘el Sugardaddy’, un hombre que desde el principio ha dejado claro que está abierto a encontrar el amor, que ya si eso lo de cocinar pues estupendo, pero si puede tirarle la caña a toda mujer que se presente en el plató de MasterChef pues mejor que mejor. También podemos hablar de Arnau, el catalán que aunque ha dejado claro que tiene pareja, también deja constancia en repetidas ocasiones lo bonitas y guapas que son algunas de sus compañeras e invitadas. No los culpo a ellos de toda esta pantomima lover que se han sacado de la manga los guionistas del programa, lo cierto es que estoy segura de que la propia producción es la interesada (no sabemos muy bien por qué) en que esta gente quede ante las cámaras como unos salidos babosetes.

A Jianping le salen novios y carpetas de debajo de las piedras, y la mujer no hace más que reírse super incómoda y echar balones fuera. Solo le falta ponerse de rodillas y rogar a los jueces que por favor la dejen de una vez cocinar tranquila, que a ella sus compañeros no le molan y que su misión en el programa no es enrollarse con nadie. No sucede lo mismo con la ya popularísima Ofelia, la aspirante gallega que desde el minuto uno dejó claro que lo suyo es encontrar el amor. ¿Pero querida Ofelia tú sabes que estás concursando en MasterChef? El perfil de esta mujer es totalmente el de MHYV (en paz descanse este programa), y se ve que ante la imposibilidad de concursar, pues a ver si entre receta y receta surge la chispa. Porque a ella además le gustan todos, desde los concursantes a los invitados más jóvenes, y no duda en hacerlo saber si hace falta incluso a grito pelado.

Un programa en el que la cocina quedó en un segundo plano

Y hasta este punto quería yo llegar. Anoche mismo el programa se convirtió en un espacio donde la vergüenza ajena fue la protagonista, al menos en la casa de muchos de los espectadores que después twittearon su reacción a todo lo sucedido. En primer lugar, durante la prueba inicial el chef invitado fue Jordi Morera, el joven panadero de ‘La Espiga D’Or’. Su entrada en el plató ya encendió la mecha a más de una de las allí presentes, que no dudaron en mostrar su punto de vista sobre la belleza del panadero. Aquel hombre ofrecía su masterclass mientras de fondo no dejábamos de escuchar frases como ‘es que es guapísimo‘, ‘míralo que ojos‘, ‘madre mía me pongo nerviosa con él aquí‘…

Jordi acompañó al jurado durante la prueba y, como no podía ser de otra manera, siempre que se acercaban a las cocinas de alguna aspirante lo primordial era preguntarles qué les parecía el invitado o si se sentían atraídas por su imponente físico. ¿Para qué comentar sus platos o preguntarles qué tal llevaban la receta? Vamos, mucho mejor buscar la salsa mientras el panadero respondía entre risas nerviosas y sin saber muy bien cómo actuar. Las hubo que entraron al trapo, otras que decidieron reír y continuar a lo suyo. ¿Pero qué maldita necesidad?

Aunque si queremos hablar de cosificación, podemos dirigirnos directamente al final del programa. Prueba de eliminación. Desde MasterChef han decido dar una segunda oportunidad a dos sanitarios que por culpa del Covid se quedaron fuera del casting. En plató aparecen Nando, un enfermero amante de la cocina, y José, un cardiólogo que desde el minuto cero tuvo que soportar los comentarios fuera de lugar de algunas de sus compañeras. Poco o nada importaba que el muchacho hubiera decidido dejar el casting para continuar con su trabajo contra el Covid, o que su plato estuviese buenísimo. Allí la salsa era lo cachas y guapísimo que es el chico, y lo mucho que hacía palpitar los corazones (y lo que no eran corazones) de las concursantes e invitada, Luna, la finalista de la última edición.

Entre las joyas que se escucharon por parte de algunas, quizás la peor la pronunció Ofelia desde el balcón de salvados. Cuando los jueces explicaban que solo uno de los sanitarios entraría al programa ella ni corta ni perezosa dejó claro – aunque nadie le había preguntado – que sin duda se tenía quedar José por motivos evidentes. Durante la prueba todo fueron barbaridades sobre el perfecto físico del cardiólogo y de lo bien que se lo iban a pasar en la casa si finalmente era él el que entraba.

En mi interior, me planteo la escena si en lugar de un aspirante estuviésemos hablando de una mujer que decide presentarse a un programa de cocina para escuchar barbaridades de este tipo. La sociedad ha normalizado tanto que las mujeres tenemos derecho a volvernos locas por los tíos y a hacerlo saber que esto ya se nos va de las manos. Y podemos hacerlo, podemos sentir que nos explota el chichi al ver a un hombre que nos gusta, o que se nos ponga la piel de gallina de lo mucho que nos pone otra persona e incluso verbalizarlo en un momento dado, pero de ahí a normalizar el baboseo continuo hay un camino muy largo.

MasterChef está alimentando esta asquerosa tendencia, y visto lo visto la entrada en el concurso de José va a dar lugar a muchas más escenas como la que pudimos ver ayer. No sabemos si de este programa saldrá alguna pareja, y de veras que a los que lo vemos por la cocina nos importa muy poco que esto suceda. Por favor producción y guionistas del programa ¿podríais centraros en la temática real de vuestro concurso? Gracias.

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