Érase una vez yo con mis amigas bien borrachas. Si alguien ha leído algo más sobre mí sabrá que se nos va la pinza MUY fácilmente y que nos basta poco para buscar motivos para celebrar. Cualquier excusa es buena. De hecho ni siquiera recuerdo qué estábamos celebrando esa noche. ¿Quizá era el fin de exámenes de una de nosotras? Lo único que recuerdo es esto:

Era miércoles y nosotras estábamos bien dispuestas a bebernos hasta el agua de los floreros, llegando al centro de Barcelona para entrar en una de las mejores salas de la ciudad (quien sea de Barna sabe de dónde hablo).

En un principio la noche no fue nada fuera de lo normal… Dos cubalitros por cabeza de botellón, fumeteo y mear en la calle, vigilar que no vengan los malos… Lo que todo joven que se precie hace, vaya. Entramos dentro y ¡pum! Musicón a todo trapo, cubatas y chupitos, fumeteo en el baño a primera hora (es lo que hay: no nos dejaban salir fuera) y fumeteo en la pista agachaditas a partir de las 4 cuando ya nada te importa. Recuerdo también un par de putivueltas, no cuajó y seguimos a lo nuestro. Obviamente aparecieron lo que ahora sé que eran un par de oportunidades pero éramos inocentes y tampoco lo supimos interpretarlo.

Lo bueno fue al salir. Repito: Cuatro jóvenes borrachas. Al ir tan felices el objetivo era llegar a casa tratando de andar recto. Tarea sumamente difícil con una que los tacones ya no le permiten andar, la otra que se está sacando la última copa de entre las tetas porque no le había dado tiempo de acabarla, la otra que se queda quieta en silencio para liarse un cigarro y la que va un poco mejor tratando de controlar el gallinero. Todo eso tratando de cruzar una calle bien concurrida de tráfico y gentío (era hora de choque con la realidad en la que se junta los que volvemos de fiesta con los que se van a trabajar). Total, que una de ellas se quedó en el otro lado de la acera con el pitillo y a la otra casi la atropellan y acabó a modo cenicienta con zapatos en mano para poder correr.

A lo que yo seguía con mi cubata y no sé qué pasó esperando a que la que habíamos dejado atrás pudiera cruzar que de golpe… ¡TRIPLETE! Cada una acabó hablando con uno: Una (que se le podría dedicar un post a ella sola) ligando como experta que es  con el que la había ayudado a cruzar, otra hablando por descarte con el amigo del primero, y yo peleándome con otro porque a veces cuando uno bebe le dan paranoias y creía que me había insultado. Finalmente, resolvimos el malentendido y acabamos todos tomando una cerveza. Si, incluida la última en discordia que habíamos abandonado en el camino.

A la hora de irnos el pescado estaba todo vendido y aunque nadie hubiera dicho nada todos sabíamos con quién íbamos a follar esa noche. La cuarta amiga había desaparecido (otra vez) por lo que nos facilitaba todo las cosas. Nos dirigimos al metro ya dispuestas a despedirnos y miramos a los chavales con cara de ¿yo para dónde voy? Pero ellos siguieron andando juntos.

Atención que ahí viene la gracia de esto: Acabamos todas en un bonito barrio de la ciudad porque resulta que eran compañeros de piso. Y os digo ya de primeras que follar pared con pared con tus mejores amigas es un regalo: sabes que si te pasa algo te socorren, tiene un morbo extraño que no sé explicar, si necesitas condones puedes pedir y encima vuelves acompañada a casa atando cabos y comentando la jugada (¡no walk of shame!).

 

Moreiona