¡Hola de nuevo hermosas!
Para hablar de este follodrama (en el que al final ni se folla, SPOILER ALERT), tenemos que remontarnos a hace un par de veranos cuando yo era una tierna estudiante de no sé ya que curso con unas vacaciones llenas de emociones por vivir. Pues resulta que yo, aspirante a ser bilingüe, solicité una beca de inmersión lingüística. De esas que en los good old times te llevaban a Canadá, a Estados Unidos o a Irlanda. ¿Que a dónde me llevaron a mí? A Alicante.

Sí señoras, llegado un punto se ve que los fondos se agotaron y alguien en las altas esferas dijo “Si Mahoma no puede ir a la montaña porque Ryanair no vuela hasta allí, que se venga la montaña p’al Mediterráneo y ya iremos viendo”. Lo que se viene a traducir en que nos trajeron a media plantilla de rugby irlandesa a unas convivencias en una especie de residencia universitaria en Alicante. La cosas consistía en estar allí una semana con una proporción 2:1 españoles:irlandeses para practicar inglés y hacer amiguetes. Total, que yo, bendecida por esta beca, me cogí mi maleta y un bus y me planté en Alicante dispuesta a aprender inglés, ponerme morena y lo que surja …

Recuerdo llegar allí y hacer migas en seguida con gente muy maja y pensar en que buena semanita me iba a pegar. Pero para que os voy a engañar, fue también la primera noche cuando mis ojos de cazadora se fijaron en un chico. Sí nenas, ¿de qué creíais que iba esto si no? Y stop right there, porque sé que os estáis imaginando a un chulazo de metro noventa, pelirrojo, pecoso y más guiri que Teo en “Teo va a la playa”. Pues no corazones, el chico en cuestión era más bien bajito (de mi estatura) y con el pelo negro muy oscuro. Pero eso sí, UNOS OJAZOS AZULES MUY BREATHTAKING y unos pestañones larguísimos que se los enmarcaban como si fuera aquello un Van Gogh.

Yo por aquel entonces aún era un espíritu tierno y tímido de la naturaleza, así que tirarle la caña muy directamente se me venía grande. Entonces a lo que me dediqué gran parte de la semana fue a lanzarle miraditas everywhere: miradita en la cola del desayuno, miradita a la hora de la comida, miradita en las actividades … Y a ver cuidao, que también hablábamos, no confundirsus. Era un chico bien salao, estudiaba Biología Marina y tenía un sentido del humor que la verdad me gustaba bastante. Cada vez nos fuimos haciendo más coleguitas, hasta que ya fue bastante notable que estábamos allí cocinando una conexión que llevaba mah bien a otro sitio. Un día que nos quedamos solos, yo no sé qué le dije que se intuía que I want chu. Y aunque era ya a finales de semana, el mozo me dijo que teóricamente el aún estaba “trabajando” allí y que no estaba guay liarse con una “alumna”. ¿Qué hizo aquello? Subirme el morbo a más mil. Por lo tanto quedamos en esperar al día siguiente para consagrar tanta miradita como Dios manda ya fuera de horario lectivo.

Llegó el esperado día y, aunque mis padres me venían a buscar, tuve la suerte de que nos íbamos a quedar una noche más a dormir allí. Por la mañana, cuando todo el mundo se estaba yendo, me encontré con mi mister en el ascensor y él muy discretamente me dio una notita en la que ponía la hora a la que quedar y el número de su habitación. El papel resultó ser un ticket del Mercadona de no sé cuantos miles de litros de sangría cutre.

En ese momento pensé “jaja” porque la movida de secret notita in tha elevator pues oye tenía su punto y además sabía que al acabar la semana todos los guiris lo celebraban poniéndose ciegos en la playa. Aunque en verdad debió de servirme de avisito de lo que iba a pasar esa noche, pero no nos adelantemos.

Llegó la hora y allí me fui bien relinda con un vestido de pajarillos al encuentro de mi guiri salvaje con ojos de gato. Primera señal de warning de la que se avecinaba: llegué a su planta, toqué en su puerta y allí no había ni Peter. ¿Puntualidad británica? ¿¡Donde que yo la vea!? Aun así decidí darle al zagal el beneficio de la duda y me dispuse a esperar los 15 minutillos de rigor en el descansillo. Había un sofá y allí me senté a ver la vida pasar. Empezó a llegar gente del intercambio a sus respectivas habitaciones y yo allí haciéndome la loca tratando de no ponerme roja como un tomate … Wating y más waiting.

Cuando finalmente llega mi mister, veo que está más quemado que una gamba a la parrilla y aun así parece más suelto que otras veces y ni corto ni perezoso me invita a entrar a su habitación. Y qué pocilguita colega, olía aquello más a testosterona (por ponerle un nombre fino) que un cuartelillo de la mili en los 80. Yo, que seguía en mi pursuit of happiness, no le quise dar excesiva importancia y empecé con mis movimientos de aproximación al sujeto. Él, quemado como estaba, me preguntó si le podía echar crema. Yo le dije que “oh yeah”. Y ya entre caricia y caricia nos empezamos a dar el lote haciendo honor al término de “inmersión lingüística” if you know what I mean … Y ¡Santa Madona amigas mías! ¡El muchacho llevaba una destilería por dentro, la cantidad fermentación que estaban haciendo sus entrañas podría entrar en el libro Guiness de los récords! Estaba más borracho que un guiri de veraneo en Alicante … Oh wait: ES QUE ERA UN GUIRI DE VERANEO EN ALICANTE. ¿Os acordáis del ticket de los litros de sangría? Pues sí hermanas, todo aquel volumen ahora estaba en su interior y la verdad es que el morbo se me bajó a menos mil. Él seguía intentando continuar con el tema, pero yo me caí de golpe de la nube idílica en la que vivía y me fui de aquella habitación que olía a cuadra dejando al muchacho dormir la mona.

Moraleja: Si quieres temita con un guiri aléjalo de la sangría del Mercadona y felices los cuatro.

Kapricornio kansá