Andaba yo con un chico, digamos que, conociéndonos. Llevábamos unas semanas quedando y un buen día me invitó a su casa a ver una película. Estaríamos solos. Él vivía con su madre, pero ella estaba trabajando a esa hora.
No éramos pareja oficial, pero entre nosotros había una conexión mental y emocional, así que había llegado el momento de pasar a la física.
Llegué aquella mañana a su apartamento y el corazón me latía súper rápido. Estaba nerviosa y emocionada a la vez. Él abrió la puerta con una sonrisa pícara en su rostro y me invitó a pasar. Nos dirigimos directamente a su habitación, tenía una tele allí y seguramente estaríamos más cómodos tendidos en su cama para ver la película, me dijo. No vimos ni los primeros 10 minutos del film, en seguida comenzamos a besarnos y a tocarnos por todas partes.
Nuestros cuerpos se entrelazaron, estábamos llenos de deseo y de ansias contenidas. Nos movíamos en perfecta armonía, dejando que nuestros instintos nos guiaran. En su habitación se escuchaban gemidos y suspiros que dejaban duda alguna de lo que allí estaba pasando.
En el momento más álgido de nuestro encuentro, totalmente desnudos y yo cabalgando sobre su miembro, alguien abrió la puerta de la habitación, asomó la cabeza y soltó:
-Cariño, ¿estás ahí?
Yo me bajé de la cama de un salto, cogí mi ropa que estaba tirada en el suelo y cubrí mis pechos con la sudadera que traía aquel día.
Él también se levantó de la cama y sin cubrirse se acercó a la puerta.
-Si mamá, estoy aquí. Estoy ocupado – Y cerró la puerta dando un pequeño portazo.
Yo me puse histérica y empecé a vestirme mientras le decía en voz baja “¿Es tu madre? ¿No estaba trabajando? ¡Qué vergüenza! ¡Nos ha visto! ¡Nos ha visto!”. Él me tranquilizó, y me dijo varias veces que su madre no se había dado cuenta de nada, que no me preocupara.
Y yo continué “¡Nos ha visto! ¡Nos ha visto!”. Hasta que él me agarró la cara con sus dos manos, me miró a los ojos y me dijo:
-No nos ha visto, mi madre es ciega…
Entonces ya si que no sabía donde meterme. Me quedé paralizada, traté de controlar mi respiración agitada, mientras mi mente trabajaba a toda velocidad buscando las palabras adecuadas para no volver a cagarla. Entonces le solté:
-Vale, será ciega, pero no sorda, nos habrá escuchado…
Y en efecto, nos había escuchado… Cuando logré tranquilizarme, me vestí y le dije que quería irme. Él lo entendió y salió conmigo de la habitación rumbo a la puerta de salida. En el salón estaba su madre, sentada en el sofá con una expresión de enfado en su rostro.
-La próxima vez que salga antes de lo previsto del trabajo te aviso hijo, para que puedas rematar la faena con tu amiga.
Mis mejillas se encendieron de vergüenza y continué en silencio. Su hijo tampoco abrió la boca, no intentó justificarse, era obvio que la señora nos había escuchado darle rienda suelta a nuestro deseo carnal, decir cualquier cosa podría haber hecho aún más incómoda aquella situación.
Seguí quedando con aquel chico, pero nunca más volvimos a su casa. De vez en cuando, si nuestra economía nos lo permitía, pagábamos a medias una habitación en un hostal y nos divertíamos sin miedo a ser pillados.
Anónimo
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