Comencé viajando sola porque me resultaba complicado cuadrar agendas entre amigas, que tienen parejas, hijos/as y presupuestos dispares. Luego descubrí el placer de hacerlo y repetí varias veces, pues, ¿para qué supeditar mis ganas de viajar a que alguien pudiera acompañarme? Pero una se cansa de los típicos “Ah, ¿pero que vienes sola?” a nada que alguien pilla un poco de confianza, la verdad. Y ni hablemos si son viajes organizados con más personas, tipo ruta en autobús. Entonces, directamente, te miran con lastimica.

Por eso quise probar la opción de un crucero para singles, y ahora quiero contarle por si a alguien le sirve mi experiencia.

Hay que saber a lo que se va

Antes de entrar en materia, desmonto algunas creencias populares sobre los cruceros para singles que yo misma tenía, pero que desmonté con información. Lo primero es que en el barco NO van exclusivamente personas solteras. Ten en cuenta que un crucero, como poco, tendrá más de 1.000 plazas. Los más grandes, los de las navieras más conocidas, superan las 6.000. Y no, no hay tanta gente soltera dispuesta a hacer un viaje de este tipo y coincidir en fechas.

Sabiendo esto, seguro que he disipado algunas otras ideas preconcebidas. Aquello no es un barco con gente salida que anda montándoselo por los rincones, o que busca desesperada a su pareja ideal. Esa es una visión cargada de prejuicios y, a lo mejor, aliñada con tus propias fantasías sexuales.

El objetivo principal de la gente que va es vivir una experiencia que les apetece con gente a la que no conoce. No hay más. Lo que surja, surgirá, pero no se puede ir con ese objetivo. Son personas que quieren viajar solas, pero acompañadas.

¿Lo mejor? La gente

Las que organizan este tipo de viajes son agencias. Yo viajé con una especializada en singles, nada de generalistas a gran escala. Están muy acostumbrados a organizar viajar así, y eso se notó.

Reservé a través de su web y, a poco de zarpar, crearon un grupo de WhatsApp en el que los solteros pudimos conocernos. Desde el primer momento reinó el buen rollo. Al final, éramos un grupo con características comunes: personas sin pareja (solteros, divorciados y algún viudo), dispuestas a conocer gente y a pasarlo bien. La mayoría rondábamos los 40 años, algunos pasaban los 45 y otros estaban en torno a la cincuentena.

Siempre hay alguien que quiere más independencia, pero, por lo general, hicimos piña. Fue gracias a nuestra predisposición, claro, pero también a las actividades que organiza la agencia. Con la que yo reservé, designa a un coordinador cuando el grupo supera las 30 personas y, como éramos 32, viajó un chico con nosotros. Estuvo pendiente y fue agradable en todo momento.

mis amigos

Coordinó actividades diseñadas especialmente para nosotros. A mí me gustó especialmente una tipo cita rápida, en la que nos sentamos en mesas en parejas e íbamos rotando para hablar todos con todos. De esa forma, incluso las personas más tímidas tienen ocasión de hablar con alguien y soltarse.

Además de las actividades, pudimos disfrutar juntos y “solos” de parte de las instalaciones del barco. En las cenas, por ejemplo, teníamos un espacio reservado, de manera que era fácil dar con los singles por la noche y que ya nos quedáramos juntos para disco y copas. Más de una vez la acabamos cerrando. Y bueno, por meter salseo, más de un rollo sí que hubo, aunque yo no estuve entre las afortunadas.

Nueva gente, nuevos sitios

El barco hacía paradas en La Goleta (Túnez), Palermo, Nápoles, Génova y Marsella, además de Barcelona para embarcar y desembarcar. Excepto Barcelona, no conocía ninguno de esos sitios y me atraía mucho la idea de visitarlos y poder compartir mis impresiones con alguien. Es lo que más he echado de menos viajando sola.

No voy a hacer toda la crónica de viajes, porque quedaría extenso, pero me sorprendieron especialmente Palermo, Nápoles y Marsella. De los más de 30 que íbamos, hubo un grupo con el que coincidí en todas las salidas e hicimos buenas migas. Lo pasé muy bien con ellos.

crucero

Los “peros”

Los contras, en realidad, están más asociados al formato de viaje. Yo era principiante en esto de los cruceros y pagué algunas novatadas, por ejemplo, tener que hacer una cola muy larga en la terminal de cruceros porque no había hecho bien el check-in online.

Otro problema es el de las habitaciones o camarotes. Las navieras quieren llenar sus barcos tanto como sea posible, y eso de “singles” no les suena tan bien aunque trabajen con agencias especializadas en viajes para solteros. Menos aún si es temporada alta, con la demanda que hay.

Tendría que haber pagado bastante más por uno simple, lo que no sé si hubiera acabado haciendo. Pero, de todas formas, no reservé con tanta antelación y las individuales ya estaban completas. Tuve que compartir habitación con una chica del grupo y, la verdad, sentía las suspicacias propias de estar durante días en un espacio reducido con alguien a quien no conozco. Juntan siempre a personas del mismo sexo y, afortunadamente, la chica y yo conectamos muy bien.

Luego están las desventajas de viajar en un medio de transporte masivo en temporada alta, que en cualquier sitio va a haber mucha gente y el tiempo es limitado. Alguna cola nos encontramos que nos hizo descartar la visita al monumento de rigor. Pero, como el buen ambiente reinaba entre nosotros, disfrutamos muchos los paseos por la ciudad.

Viví una grata experiencia por los buenos ratos, la novedad, la diversión y las amistades que hice y, a día de hoy, mantengo. Así que se lo recomiendo a cualquiera que quiera viajar y conocer gente, incluso a las personas tímidas, porque las actividades enfocadas a singles ayudan a soltarse. Sin embargo, si vas buscando pareja o cinco días seguidos de polvos en alta mar, es muy probable que tu experiencia termine en decepción.

Anónimo

 

[Texto reescrito por una colaboradora a partir de un testimonio real]