A los que decís que os gusta “fluir”, que preferís ir desenvolviéndoos por la vida de una forma distendida, improvisando y sobre la marcha. Vosotros que a la hora de viajar os dejáis llevar tranquilamente por el planning que ha elaborado concienzudamente otra persona. Os mostráis encantados de pagar un ajustado precio por un céntrico hotelito bastante decente que una tonta como yo pasó horas buscando (comparando precios, estudiando mapas, leyendo reseñas). Si fuera por ti, José Luis, estaríamos durmiendo “relajadamente” en los soportales de algún cajero automático. 

Disfrutáis como niños recorriendo los rincones de ese monumento cuya entrada tuve que gestionar con tres meses de antelación, y que vosotros, con vuestra laxitud, solo podríais haber contemplado desde la fachada. Rebañáis,  extasiados, los restos del plato que habéis devorado en ese restaurante puntero cuya mesa para seis lleva reservada dos semanas. Si de vosotros dependiera, un sábado por la noche en pleno mes de julio, estaríamos cenando unos deliciosos nuggets del Burguer King, sentados en un escalón de la acera y en una bolsa de papel para llevar.

¿Creéis que el local en el que celebramos el 40 cumpleaños de vuestro amigo ha venido solito a buscarme a la puerta de casa? “Hola, soy un local vacío, me alquilo por horas y tengo un precio asequible. Supongo que querréis contar conmigo para el cumpleaños de Manolito, no os preocupéis, ya me autoreservo, autopago y autogestiono yo solo”. ¿Acaso pensáis que la decoración, la tarta y los cincuenta litros de cerveza que han fluido por vuestros esófagos igual que vosotros por la vida,  han aparecido aquí por arte de magia?

Los tres días en la playa para esa despedida de soltera, la reserva del spa y la cena temática mexicana no me tocaron en un “rasca y gana”. No  levanté la tapa de un yogur y fui agraciada con “un fin de semana organizado y repleto de diversión con tus amigas”.  Fue tiempo, trabajo y esfuerzo.

“Yo me adapto a todo”. “A mí me da igual, lo que decidáis estará bien”. “”. “Luego me decís cuanto es y os envío el Bizum”. “Vayamos fluyendo, no hace falta planificar”

Sí hace falta planificar, Mari Carmen. Hace toda la falta del mundo. En un mundo de unicornios y piruletas, tal vez la vida funcione de la  forma en qué tú la ves. En un universo paralelo de purpurina y fantasía, vamos todos danzando de forma despreocupada, llegamos a todos los  sitios y todo sale a pedir de boca. Nuestra mesa favorita siempre está libre para que podamos disfrutar de una deliciosa paella con vistas al mar, pillamos siempre la primera fila en un concierto y aparcamos a pie de playa a las dos de la tarde en pleno mes de agosto.

Sin embargo, en el mundo real en el que habitamos el resto de los mortales, si no reservas mesa un sábado por la noche te vas a comer el aire con el que fluyes, las entradas de segunda fila para ese espectáculo que tanto te gusta no están libres esperando por ti y las fiestas a las que asistes no se organizan solas dando dos toques con una varita mágica que se puede comprar en Ali Express

Tampoco se soluciona todo enviando el Bizum, porque resulta, ¡sorpresa!, que mi tiempo es igual de valioso que el tuyo y que si me sigues tocando la moral, voy a acabar por cobrarte gastos de gestión. Menos que yo trabaja una web de reservas online, y al finalizar el pago, te roban 2,95 euros por las molestias que se ha tomado el algoritmo en venderte de forma puramente automática una entrada.

Límites para ese amigo bohemio e imperturbable que se apunta a cualquier plan siempre que se lo des hecho, porque él “no hace planes a largo plazo”.  

Los puntos sobre las íes a tu pareja, que va gastando sin mesura el dinero de vuestra cuenta conjunta porque “solo se vive una vez”, mientras que tú hiperventilas haciendo un Excel de gastos/ ingresos para que a final de mes os salgan las cuentas. 

Enfréntate a ese compañero de trabajo que opina que “ya iréis resolviendo los problemas sobre la marcha” mientras que tú te estrujas el cerebro haciendo 87 plannings y 32 informes para que el jefe no hiperventile.

Así es, soy Doña Agendita, Miss Planificación. Tengo 85 alarmas en mi teléfono que me recuerdan mis tareas pendientes. Preferiría ir por la vida caminando relajada y parsimoniosamente como vosotros,  pero tengo cierto sentido de la realidad que me ayuda a comprender que si funcionas de esa manera las cosas no suelen salir bien,  salvo, claro está, que otras personas se encarguen de trabajar por ti (mientras tú, alegremente, te rascas tus partes pudendas a dos manos y miras Netflix tirado en el sofá).

A buen “fluidor”, pocas palabras bastan. Espabilad, os lo advierto, porque tal vez llegue ese día en el que los planificadores del mundo nos rebelemos y optemos por mandaros “fluidamente” a ya podéis imaginar donde.