Han sido las redes sociales el canal elegido por Cristiano Ronaldo y Georgina Rodríguez para informar sobre la trágica noticia. Una breve nota ha sido suficiente para plasmar el dolor de la pareja ante la pérdida de uno de los bebés que esperaban. Hasta entonces Ronaldo y Georgina preparaban felices la inminente llegada de su pareja de gemelos, una niña y un niño. ¿Su único consuelo ahora mismo? Tal y como ellos mismos han expresado, el nacimiento de su pequeña es esa luz que les da fuerza y esperanza para seguir adelante.

No creemos que sean necesarias muchas más explicaciones. Los millones de seguidores que suman el futbolista y la modelo han dejado constancia de la tristeza ante la noticia. Y es que cuando pensamos en un embarazo lo último que se nos pasa por la cabeza es una pérdida, esa profunda tristeza ante un fallecimiento perinatal. Lo peor de todo es que estas cosas ocurren, más incluso de lo que se suele pensar. Nadie lo cuenta, cuando te toca dar a luz a un bebé sin vida se suele recurrir al silencio, a intentar sanar una misma o con la familia más cercana, no se dice, no se habla, no es un tema que nadie quiera escuchar.

Y en cambio en las plantas de maternidad es una imagen que se repite demasiadas veces. Sin motivos aparentes, así de repente, el latido desaparece y con ese silencio aterrador llegan las preguntas, el miedo, la pena, el ¿por qué ha tenido que ocurrir algo así? Si todo iba bien, si mi embarazo era de lo más normal ¿estáis seguros de lo que estáis diciendo? Esa pena se instala en la garganta y se queda para siempre, durante años, quizás para toda la vida, recordándonos de algún modo lo que iba a ser y no fue.

Aunque si de estos casos hablamos no podemos dejar de denunciar lo que, por desgracia, ocurre en muchos hospitales de nuestro país. La falta de información, la acumulación de trabajo, falta de tiempo… Los motivos pueden ser muchos, la cuestión es que no son pocas las mujeres que tras sufrir un trance como es el dar a luz a un bebé fallecido después deben recuperarse del parto o cesárea compartiendo habitación con otras mujeres que sí disfrutan de sus primeras horas como madres.

Tamara (nombre ficticio para respetar su intimidad) me contaba su caso hace ya algunos meses, ahora que ha podido levantar cabeza tras perder a su pequeña Paula apenas 3 semanas antes de la fecha estimada de parto.

‘Cuando me dijeron que Paula no tenía latido pensé que aquello no iba conmigo y que la ginecóloga estaba hablando de otra cosa con la matrona. Miré entonces a mi marido y casi me ahogo de la angustia. Es la peor pesadilla hecha realidad.’

Y con esas palabras llega un proceso que nadie cuenta. Un parto con final terrible en el que se busca respetar al máximo a la madre y su duelo.

‘Paula nació muy rápido, hubo momentos del parto en el que llegué a olvidar que mi hija no tenía latido y puede que por la oxitocina albergué una esperanza de que al nacer todo hubiera sido un error de los médicos. Después me daba cuenta de que aquello era imposible, pero la idea me rondó la cabeza al menos un par de veces. Cuando la pude tener entre mis manos solo le pedí perdón por no haber podido disfrutar de una vida plena juntas y le prometí salir adelante.’

Aunque si de algo tiene que quejarse Tamara fue de lo que llegó después de abandonar la sala de partos del hospital. Los días de recuperación en planta marcaron por completo su duelo y el de su pareja.

‘Me subieron a planta y para mi sorpresa y tristeza máxima en la cama de al lado una mujer estaba amamantando a un recién nacido precioso. Al instante pensé en Paula y me eché a llorar sin parar. La pobre chica, con toda su buena intención me preguntó si mi bebé estaba en la incubadora. No pude ni responderle. Mi marido se acercó al control de enfermería y solicitó que me cambiaran a otra habitación en la que no hubiese bebés. Tardaron tres días en derivarme a otra planta ya que por lo que dijeron la cosa se les complicó un poco.’

‘Yo solo quería que me dieran el alta pero un desgarro considerable me obligó a quedarme ingresada una semana. Esos tres largos días los recuerdo como una tortura de llantos de bebé, pesadillas, sudores fríos y muchas lágrimas. Apenas podía moverme de la cama y el poco tiempo que abría los ojos lo hacía para beber algo y asearme, el resto del tiempo me ponía los auriculares a todo volumen e intentaba evadirme de aquel mundo de pañales y alegría que se respiraba a mi alrededor.’

El caso de Tamara no es aislado, por desgracia no son pocos los hospitales que realmente olvidan a la mujer tras el nacimiento de un hijo fallecido. Da la sensación de que al malograrse el embarazo todo haya terminado y que es solo labor de la madre el salir adelante y hacer frente a las vicisitudes de la vida. Algo así como un lavado de manos de los profesionales, esos que perfectamente podrían implicarse un poco más y pensar que las cosas no terminan tras el parto.

‘Tuve la sensación de que algún que otro médico menospreció mi duelo dando a entender que como no había conocido a mi hija el dolor sería mínimo. ¿En qué cabeza cabe eso? Luego lo pienso y recuerdo la de veces que he escuchado a gente minimizando el dolor de otras mujeres ante un aborto y me doy cuenta de que somos una sociedad de mierda.’

Pero, como decimos, de este tema no se habla, es tabú. Para la sociedad los bebés no fallecen en el vientre materno, los embarazos son color de rosa y huelen a Petit Cheri. No hay problemas, ni abortos espontáneos, no existen los temores ni los miedos. Abramos los ojos de una vez porque esto al fin y al cabo también forma parte de la maternidad, esa de la que no nos gusta hablar pero que existe y hay que respetar por encima de todo.

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