Juro por todos los dioses que si alguien vuelve a decirme que me limpie de delante hacia atrás  tendré un brote psicótico y alguien perderá un ojo.
Parece ser que muchas mujeres jóvenes estamos sufriendo episodios repetitivos de cistitis. Son dolorosos, pesados, desesperantes y muchas veces incapacitantes. Hay antibióticos, si, con sus consecuencias si se abusa de ellos. Pero, ¿cómo es posible que un problema que afecta al menos a 1/4 de las mujeres en algún momento de su vida se conozca tan poco? Existen factores de riesgo: sexo, higiene, menstruación, ropa ajustada, predisposición genética, deshidratación, mala alimentación… Sin embargo, cuando en esos meses o años de frustración buscas ayuda, es prácticamente imposible dar con un protocolo preventivo de utilidad más allá del atiborramiento de antibióticos.
La sanidad pública es lenta. Desde que detectas que tienes un problema recurrente hasta que tienes cita con un especialista puede pasar fácilmente un año, y generalmente, en esta primera cita no encuentras la solución definitiva. Normalmente un médico de cabecera no irá más allá de la tira de leucocitos, la semana de antibiótico y con suerte, el cultivo microbiano. El urólogo hará lo único que está escrito en su manual: someterte a varios meses de antibiótico preventivo. Y se acabó. Aquí termina la ayuda médica para las Infecciones del Tracto Urinario (ITUs) de repetición.
En estas odiseas urinarias oímos muchas gilipolleces; desde el obvio “límpiate de delante hacia atrás” al  ofensivo “pues no practiques sexo”. Estos superconsejos pueden llegar a minar nuestra paciencia y desesperarnos casi tanto como las infecciones.
La buena noticia: este no es un artículo solo de protesta.
Tras más de dos años sufriendo innumerables infecciones y saltando a la comba con la línea de la cordura, creo haber llegado a un protocolo preventivo eficaz y me siento en la obligación moral de compartirlo.
Nada más terminar un tratamiento de seis meses de antibiótico que me dejó bastante débil  empecé a tomar cápsulas de arándano rojo con vitamina C (Importante: 240 mg PAC/cápsula). Siempre orino y me lavo con agua (de delante a atrás, claro) después de las relaciones sexuales. Utilizo una toalla de bidet independiente para la parte delantera (véase: el higo) y otra para la trasera (véase: culo), por si hubiese contaminación por E. coli. Tras ir al baño me lavo en el bidet, me seco (parte de atrás) y me lavo las manos con jabón y cepillo de uñas antes de lavarme la parte de delantera y secarla por separado. Después de algunas reglas utilizo óvulos de Lactobacillus para repoblar flora vaginal y ayudar a combatir cualquier bacteria u hongo. He dejado de utilizar pantalones muy ceñidos,  tampones e incluso la copa menstrual por recomendación médica.
Además, por el daño que ocasionan los antibióticos en la flora intestinal y, como consecuencia, en el sistema inmune, no está de más incluir probióticos y  alimentos destinados a regenerar esta microbiota. En mi dieta y la de varias mujeres que conozco se incluyen el kéfir, el yogur natural y la papaya, aunque existen muchas otras opciones. Puede parecer un protocolo excesivo, rozando la paranoia, pero he cumplido el año sin infecciones y creo que en alguna parte de esta rutina está la clave.
No hay mucha investigación al respecto, como no la hay de muchas enfermedades que sufrimos sobre todo las mujeres (endometriosis, síndrome de dolor uretral, ovario poliquístico, cistitis intersticial, fibromialgia, etc.) y que, a menudo carecen de solución médica definitiva. Es asqueroso y deprimente ver en qué se invierte el dinero en este país y cómo las mujeres quedamos siempre relegadas a un segundo plano en la lista de prioridades.
Ante ello no nos queda más opción que cooperar y protestar. Juntas llegamos más lejos y hablamos más alto. Juntas no estaremos tan desamparadas como este sistema nos deja.

Laura Torralba, bióloga